Jesucristo, ¿superestrella? A muchas personas les gustaría. Ya en su tiempo: el Mesías esperado debe llevar al menos una corona de oro, un manto brillante y anillos en sus dedos como señal de poder. Pero todo eso no pasó, la alfombra roja se terminó frente a un establo…
En Belén, donde empezó todo, hay hoy en la Ribera Occidental una «barrera de seguridad» de más de 700 kilómetros de largo. Allí en Cisjordania están enfrentados palestinos e israelíes –musulmanes, judíos y cristianos–, el paso de la frontera a Belén está cerrado y se encuentra bajo control especial. En el muro que marca la frontera hay graffitis: «¡Nacimos para pelear!», «No a la paz, no a la libertad». En ninguna parte del mundo hay opiniones, coerciones sociales, conflictos, enfrentados tan cerca unos de otros. Hace 2.000 años nació allí el Salvador. ¿Qué aprendieron las personas en este tiempo?
Gobernante sin reino
Ya en aquel tiempo sólo pocos entendían lo que había pasado: los pastores en el campo, los magos de Irak que llegaron hasta Jesús guiados por una estrella, Simeón y Ana en el templo, sólo unas pocas personas. El Salvador del mundo había llegado hasta los hombres, pero ellos no lo reconocieron. Jesús tenía todo lo que no tiene un hombre exitoso: ni honores, ni notoriedad, ni riquezas, ni poder.
Los hombres, en cambio. querían pruebas para poder creer. Dios debe demostrar que Él existe. Dios primero debe hacer un milagro para poder creer. Pero la fe no surge por pruebas o milagros, sino por la palabra de Dios. Recién cuando creemos en su palabra, podemos reconocer al Salvador. Dios no quiere reinar en este mundo, sino en nuestro corazón.
Y paz en la tierra
Observemos nuestra propia atmósfera navideña, ¿qué es lo que más la caracteriza? ¿Es el consumo, es el sentido familiar egoísta? ¿O también regalamos amor, comprensión, paz?
Un ejemplo: en una comunidad, un joven concurre a los Servicios Divinos. Es una pesona sin techo. Está endeudado. Huele a transpiración, a calle. Está mal afeitado, tiene dientes amarillos. Su pantalón tiene agujeros. Su suéter también. Muchos miembros de la comunidad lo toleran, otros le rehúyen. Sólo pocos se acercan a él. El Pastor lo abraza demostrativamente, lo llama fuerte por su nombre, le sonríe, habla con él, se para con él delante de la puerta de salida para que otros también le tengan que dar la mano. ¿Exagera? ¡No, es justamente lo correcto! Jesús está con los pobres, los otros, también está con nosotros.
Hay esperanza: «No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!».
Foto: Gino Santa Maria