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No dejarse distraer, sino confiar en Dios

mayo 1, 2019

Author: Peter Johanning

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Los pensamientos humanos y los pensamientos divinos no siempre son compatibles. En nuestro entorno humano pueden cambiar muchas cosas, constató el Apóstol Mayor. Pero Dios queda fiel a su plan de redención de la humanidad, sean cuales sean los cambios.

Fue un texto bíblico interesante el que introdujo la prédica dominical del Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en Rosenheim (Alemania): «Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:10-11).

Preso en sus propios pensamientos

En aquel entonces el pueblo de Israel estaba exiliado en Babilonia. Esto duró más de lo esperado. La primera generación ya había muerto y aparentemente nada cambiaba para bien. No obstante, Dios enviaba una y otra vez profetas para consolarlos. Por ejemplo, hizo anunciar: «Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti» (Isaías 54:10). Sin embargo, muchos dudaban.

Dios hizo decir a los profetas que sus pensamientos eran más altos que los pensamientos humanos. Detrás de eso, expresó el Apóstol Mayor, estaba el mensaje: «No podéis entender mi obrar con vuestro entendimiento. No podéis medir la actividad de Dios con parámetros humanos. Simplemente debéis confiiar en mí. ¡Confiad en mí! ¡Lo que dije, lo hago!».

El agua tiene que penetrar para hacer germinar

Y después el Apóstol Mayor explicó la imagen de Isaías valiéndose del ciclo del agua, que desciende de los cielos como lluvia, penetra en la tierra, la germina, se evapora y vuelve a ascender al cielo. «Pero en el medio produjo algo. Hizo germinar la tierra». La palabra de Dios, manifestó el dirigente de la Iglesia, no es simplemente un consuelo barato: No, tiene fuerzas. «La palabra de Dios es la fuerza que produce cambios». Y esto, siguió diciendo el Apóstol Mayor, es la diferencia con nosotros, los seres humanos: «Lo que Él dice, también lo hace».

También hay similitudes en el Nuevo Testamento: Cuando el Hijo de Dios vino a la tierra, la palabra de Dios se hizo carne. Jesucristo anunció la salvación a los hombres. Y, no obstante, los hombres se desilusionaron: «Los montes se movieron. Tenían tan altas expectativas del Mesías». ¡Incluso los discípulos se sintieron sacudidos cuando notaron que llegaba el final! Pero cuando Jesús volvió con su Padre, hizo todo así como había prometido. Produjo la salvación. Creó para los hombres la posibilidad de ir al Padre. «La misión cumplida cien por ciento». Más adelante fueron sus Apóstoles los que cumplieron la misión de ser embajadores de Cristo. «Debéis convertir a los hombres en discípulos. Debéis bautizarlos. ¡Anunciad el Evangelio!». Y Dios dijo: «¡Lo que dije, se hace! La palabra hará lo que me agrada y mi palabra logrará aquello para lo que la envío». Esto también es válido en la actualidad.

Algunos montes se han movido

«Entretanto comprobamos que más de un monte ya se ha movido y más de un collado ha temblado», constató el Apóstol Mayor. «Lo que parecía tan estable, se ha derrumbado». El paisaje cambió totalmente:

  • Esto comienza en la vida personal: acontecimientos dramáticos e inesperados sacuden nuestra vida.
  • En la sociedad hay valores establecidos que son cuestionados, las Iglesias han perdido influencia, la fe cristiana está en retroceso.
  • Y en el «paisaje nuevoapostólico» la doctrina sigue desarrollándose, el centro de gravedad de la Iglesia se desplazó a África, los distritos son reestructurados y hay comunidades que se cierran. «Esto bien puede desestabilizar».

Pero ahora viene Dios y dice: «¡Lo que dije, sigue siendo válido! El que cree en Jesucristo, el que lo sigue, el que es renacido de agua y Espíritu, el que es cada vez más semejante a la imagen de Cristo, el que vence el mal, el que queda fiel hasta el fin, ¡ese llega a mi reino! ¡Esta es mi palabra! ¡Confiad en mí!».

¡No dejarse distraer!

Aunque muchas veces todo parece distinto a lo esperado: «No podéis medir mi éxito, mi obrar con el entendimiento humano. No podéis medir el éxito del trabajo con los parámetros humanos. No podéis hacerlo. Mis pensamientos no son vuestros pensamientos».

Su llamamiento a la comunidad: «El Señor vendrá, Él llevará a su novia a casa. Él cumplirá su plan hasta el final, hasta la nueva creación, punto por punto, trazo por trazo. Él lo hará. Nosotros solo tenemos que confiar».

«Queridos hermanos, no nos dejemos distraer por los cambios que se producen en nuestro paisaje personal o en el pasiaje de la sociedad».

mayo 1, 2019

Author: Peter Johanning

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