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¡Nunca estar sin esperanza!

noviembre 1, 2016

Autor: Peter Johanning

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Comienza el último mes del año litúrgico. Pronto llega el tiempo de Adviento y con él el nuevo año litúrgico. Pero antes los Servicios Divinos nuevoapostólicos tendrán como tema: «Las últimas cosas», de las que forman parte la «esperanza en el futuro» y el «juicio». Un verdadero cristiano nunca debe estar sin esperanza.

Participar en forjar el futuro –quién no lo desea. El hombre ya supo desde siempre que debe sembrar temprano si más adelante quiere cosechar. Esto no sólo vale en el ámbito existencial o ideal, sino también en la fe. ¿Qué quieres cosechar, cristiano? ¿No te preocupas por nada o tomas las precauciones necesarias? La responsabilidad de una buena siembra la tiene el hombre, la bendición para una buena cosecha la concede Dios.

La doctrina de las últimas cosas –o también «escatología»– es un concepto de la teología. Se trata de la muerte, la resurrección, el juicio y la vida eterna. Resumiendo, se trata del tema de cómo sigue la vida después de la vida. Las religiones tienen diferentes interpretaciones. La doctrina cristiana dice: Hay una resurrección, la vida sigue, aunque en otras dimensiones y fuera del mundo de las ideas humanas. Jesús es el ejemplo: Él vino, murió, celebró la resurrección, vivió la ascensión y prometió su retorno. Pablo lo creyó cuando escribió las conocidas palabras a los Corintios: «No todos dormiremos; pero todos seremos transformados…». Pablo, el hombre, el seguidor de Cristo, sintió profundo consuelo por la fe en que Jesucristo iba a permanecer con él y al final realizar una transformación en él y los demás. Este consuelo, esta esperanza en el cumplimiento eterno de la fe, alienta también hoy a la cristiandad, por más difícil que resulte la vida en cada caso en particular.

Las últimas cosas

La breve serie temática sobre las «últimas cosas» está bien ubicada en noviembre, pues pronto los cristianos se dedicarán a preparar el tiempo de Adviento. Antes debe resonar una vez más un llamado de esperanza. El cristiano, el que cree en Jesucristo, vive en la esperanza en el futuro. Habrá para él un mundo mejor, un mundo perfecto. Cristo ha resucitado y también el creyente recibe nueva vida. El Espíritu vivifica –esto no sólo es válido aquí y ahora, sino también en la vida futura. Por eso todos los esfuerzos y afanes del cristiano están dirigidos hacia adelante, al cumplimiento de la promesa de Jesús. Sembrar – tener esperanza – cosechar, un camino con una meta.

Sin embargo, todavía se anuncia un juicio, ante el cual el creyente tampoco siente temor. El miedo ante el día del Señor, el juicio, ha desaparecido. Justificado por su fe en el trino Dios, el creyente sirve al Señor con amor y temor a Dios. En este amor activo desaparece todo miedo. Así se opone completamente al impío. Ellos deben sentir miedo al no saber qué sucederá. ¿Miedo al futuro? Esto en realidad no es nada para los cristianos creyentes, pues ellos saben que el hombre es justificado por la fe y no por haber hecho las obras de la ley.

Sí y Amén

El último domingo del mes de noviembre comienza con el 1º Adviento el nuevo año litúrgico. El tiempo de Adviento está este año bajo la serie temática «Tiempo de cumplimiento». Con el nacimiento de Jesús se cumplen todas las promesas dadas hasta ese momento concernientes al Redentor de los hombres: «Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios (2 Corintios 1:20). La voluntad salvífica de Dios queda clara: ha comenzado el tiempo de gracia para todos los pecadores. Ninguna tentación, ningún ataque del maligno puede detener al Salvador del mundo. La victoria sobre el pecado y la muerte le pertenece a Él. Él nos dice el Sí –¡nosotros respondemos con Amén!

noviembre 1, 2016

Autor: Peter Johanning

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