Ofrecimientos de paz: humana, divina, perfecta
Todos quieren tener paz, ¿pero qué paz? ¿De la que Jesús les deja a los hombres? ¿O de la que Jesús les da a los hombres? Qué hacer para que las delicadas plantitas lleven frutos: las indicaciones para su cuidado tomadas de un Servicio Divino.
«Esta es realmente una frase muy rara», comentó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 8 julio de 2018 en Moscú (Rusia) sobre el texto bíblico de Juan 14:27: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo».
«En efecto, Jesús habló aquí de dos formas diferentes de paz», explicó. «La paz os dejo» se refiere a la paz humana. «Mi paz os doy. Aquí habla de su paz: la paz de Dios».
Caminos hacia la paz humana
El Director de la Iglesia presentó tres aspectos de la paz humana:
- paz social, «cuando las personas conviven en armonía y sin conflictos»,
- paz personal, «este equilibrio, esta tranquilidad interior, uno no tiene miedo»,
- tranquilidad sin que haya interrupciones.
«Esta paz nos deja el Señor. Es decir, nos la confía», enfatiza el Apostol Mayor: «Esta paz está bajo nuestra responsabilidad. Cada persona es responsable de ella y también lo es la sociedad en general».
Las bases para ella:
- «Cuando las personas quieren tener paz, deben ponerse reglas y cada uno debe respetarlas».
- «Allí donde hay injusticia, no existe paz duradera. La paz sólo es posible cuando se consideran las necesidades de cada uno».
- «Debe haber una cierta tolerancia. Hay que aceptar que los demás sean diferentes».
Como Dios ama a las personas, les ofrece su ayuda: «Dios dio a los hombres los Diez Mandamientos, no para restringir su libertad, sino como una base sobre la cual se puede edificar la paz». Y «en su amor Jesús dio una regla muy simple», la regla de oro: «Haz a tu prójimo lo que quieres que él te haga a ti».
En otro nivel
«Cuando los hombres construyen sobre este fundamento, pueden tener paz». Sin embargo, «esta paz no puede ser perfecta». Pues:
- «La paz humana siempre es imperfecta, porque las personas son imperfectas. Lo bueno que queremos hacer, no lo hacemos. Y lo malo que no queremos hacer, lo hacemos una y otra vez».
- «Todavía vivimos bajo el dominio del mal: sigue habiendo sufrimiento, sigue habiendo enfermedades y dolores. La muerte sigue existiendo todavía».
- «Aunque nos esforcemos mucho, no podemos obligar a nuestro prójimo a que viva en paz con nosotros. Si no quiere, no quiere».
«Pero ahora Jesús nos dice: ‘Mi paz os doy'», dejó claro el Apóstol Mayor Schneider: «Este es un nivel muy diferente. Aquí se trata de la relación entre Dios y el hombre». Esta paz consiste en tener una relación sin interrupciones con Dios y finalmente, alcanzar la comunión con Él.
Caminos a la paz divina
«Esta paz no la podemos establecer. Es un regalo de Dios para el que cree en Jesucristo», explicó el dirigente de la Iglesia:
- «Por su sacrificio, Jesucristo ha vuelto a poner en orden la relación con Dios que estaba interrumpida. Si creemos en Él, Dios puede lavar el pecado original».
- «Por el perdón de los pecados, Jesús borra nuestra culpa frente a Dios regalándonos la paz con Dios».
- «Esta certeza de que el Padre me ama está conmigo, nada me puede pasar. Confío en mi Dios. Esta paz es un regalo de Dios».
«Pero, naturalmente, debemos contribuir a ella», destacó el Apóstol Mayor. Pues, «esta paz es un fruto del Espíritu Santo. Dios nos regala el Espíritu Santo. Pero nosotros debemos trabajar con Él. Nos debemos dejar guiar por el Espíritu Santo».
- «El Espíritu Santo nos enseña lo que es pecado. Y nos dice una y otra vez: ‘Necesitas la gracia. Confiesa tu pecado, arrepiéntete, ruega por el perdón'».
- «El Espíritu Santo nos dice: ‘No tengas miedo, Jesús ha vencido al mundo. Confía en tu Padre, Él vela por ti'».
- «El Espíritu Santo nos dice: ‘Dios te ama, Él no te olvidará. Dios está siempre con el que es obediente'».
- «Cuando se presentan pruebas, cuando no entendemos a Dios, el Espíritu Santo nos dice: ‘Si ruegas, hágase tu voluntad, tendrás realmente paz'».
- «El Espíritu Santo dice: ‘Todos sois miembros en un cuerpo. Aunque seais completamente diferentes. Así surge la paz en la comunidad'».
El seguimiento a Cristo no garantiza en absoluto una vida tranquila. «El que sigue a Jesucristo tiene que sufrir tribulaciones. Tiene que contar con la resistencia del maligno». Pero al final valdrá: «El que lucha hasta el fin, podrá entrar en el reino de Dios, podrá vivir en eterna comunión con Dios. Y allí vivirá en paz perfecta».