Lo sabemos: mientras vive, el ser humano tiene deseos. Jesús preguntó a un ciego que estaba junto al camino si podía concederle un deseo. Este no dudó en responder. De una prédica del Apóstol Mayor.
“¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista” (Lucas 18:41). Un pequeño y sencillo diálogo, sin largos debates ni discusiones. Y, sin embargo, da mucho que pensar, pues el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 14 de febrero de 2021 en Estrasburgo (Francia) no predicó sobre un milagro médico. Cuando se menciona aquí la “vista”, se trata de los “ojos de la fe”.
Según el máximo dirigente de la Iglesia, es interesante que el ciego invocó al Señor como “Hijo de David”. Esto demostraba que reconocía a Jesús como el Mesías. Aquellos que estaban al lado de Jesús pensaron que era inapropiado que un mendigo se dirigiera a una persona tan importante. Pero el ciego insistió y Jesús se detuvo. “En respuesta a su pregunta, el ciego no le pidió limosna, como se la habría pedido a otra persona. Le pidió que hiciera algo que solo Dios podía hacer”. El mendigo, confió en Jesús y mostró perseverancia. Más aún, decidió hacerse discípulo de Jesús, fue el resumen del Apóstol Mayor.
El que cree, ve
“Como todos los milagros realizados por Jesús, la curación del ciego de Jericó es una señal”. El Apóstol Mayor Schneider recordó que para los judíos una enfermedad siempre estaba asociada a un pecado cometido. Como resultado, los enfermos eran a menudo ignorados y marginados. “Al curarlos, Jesucristo demostró que tenía el poder de perdonar los pecados y de devolver los excluidos al pueblo elegido. Al mismo tiempo, mostró que era necesario creer en Él para alcanzar la salvación”.
Eso sigue siendo importante, incluso para los discípulos de Cristo hoy:
- “Creemos en el amor de Dios. Ante nuestra necesidad, Él nunca es indiferente. Podemos confiarle todas nuestras preocupaciones, incluso las que nuestros semejantes consideran insignificantes o injustificadas”.
- “Creemos en su omnipotencia. Puede ayudar a todas las personas al mismo tiempo. Nada es imposible para Él”.
- “Creemos en su omnisciencia. Él sabe mejor que nosotros lo que es para nuestro bien”.
- “Creemos en su salvación. Dios no solo quiere aliviar nuestro sufrimiento, sino que quiere liberarnos definitivamente del mal conduciéndonos a su reino”.
Abrir los ojos
El Apóstol Mayor Schneider preguntó a los participantes del Servicio Divino qué esperaban de Dios. “Le contamos nuestro dolor y le pedimos humildemente que nos ayude. Y, sobre todo, le pedimos que nos dé la salvación”. Esto requiere confianza y perseverancia en la oración: “Él nos responderá a su debido tiempo”. ¿Cómo es esta respuesta? Nos “abre los ojos” y nos revela el futuro. Nos muestra lo que debemos hacer para salvarnos, es decir, seguir a Cristo hasta el final.
Con la vista en el prójimo
Actuar en este sentido también se aplica en vista del prójimo, concluyó su prédica el dirigente de la Iglesia. “Al interceder por el prójimo, expresamos, por un lado, nuestra compasión por él y, por el otro, nuestra fe y confianza en Dios”. Dios ama a todos los seres humanos, y Cristo es el futuro de todos y la fuente de su salvación. Las oraciones por el prójimo también son respondidas, dijo el Apóstol Mayor. También aquí Dios abre los ojos:
- “Nos hace comprender que no somos demasiado pequeños para ayudar a los demás.
- Dirige nuestra vista a los olvidados y abandonados.
- Nos muestra lo que hay que hacer: ir a los que sufren para que con nuestras palabras y obras les hagamos descubrir el amor de Dios para con ellos.
- Nos invita a prepararnos activamente para el retorno de Cristo, para que en el reino de paz podamos contribuir como el sacerdocio real a la salvación de todos los seres humanos”.
Foto: ENA France