Para el 2º Adviento: «… hicieron con él todo lo que quisieron»
¡Tremendo! Muchas personas están expuestas a la arbitrariedad de otros. ¿Justicia? Para muchos una palabra extraña. Y no obstante, hay esperanza. La esperanza en una vida con paz y justicia. No a través de la política, sino a través del Evangelio. Una interpelación.
Cuando Jesús en su tiempo volvía de un monte al valle con sus discípulos, estos le preguntaron por qué era necesario que tuviese que venir primero el profeta Elías antes de que apareciese el Mesías. Jesús respondió que Elías ya había venido, refiriéndose a Juan el Bautista, su precursor. No era Elías el que señalaría hacia el Mesías, sino Juan. Pero los hombres lo rechazaron, «hicieron con él todo lo que quisieron». Y con Jesucristo más adelante también.
¿Y nosotros? ¿Qué hacemos nosotros? El Adviento nos plantea la pregunta de cómo aceptamos nosotros a Cristo.
Adviento significa aceptar a Cristo
Se cuenta la siguiente historia de la madre Teresa, una religiosa católica de Calcuta que tenía una fama grandiosa por practicar el amor al prójimo: un periodista la estaba acompañando todo un día por su agotadora vida. Observaba cómo ella tomaba en brazos a niños enfermos de lepra y los acariciaba. Entonces él opinó que no podría hacerlo ni por mil dólares, a lo que ella respondió: «¡Yo tampoco, por dinero no!».
El Adviento nos recuerda que existen muchas personas con las cuales otros «hacen lo que quieren». ¿Quizás a nosotros nos vaya un poco mejor? Entonces apoyémolos. A los pequeños, a los expulsados, a los despreciados. A aquellos que tuvieron que sufrir injusticia, que sin tener culpa alguna fueron declarados culpables.
El Adviento significa amar al prójimo
El Adviento nos recuerda cuánto también nosotros dependemos de la ayuda. Aunque no parezca: cada uno de nosotros necesita ayuda. Ayuda del Redentor y Salvador del mundo. Ayuda del Hijo de Dios. Ayuda de gracia y misericordia. En el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostóica dice al respecto en el capítulo 5.2.2: «El ejemplo del buen samaritano (Lc. 10:25-37) demuestra que Jesús derogó la delimitación del mandamiento del amor al prójimo que regía para Israel. Mostró que nuestro prójimo es el necesitado. Queda abierto si se trataba de un israelita o un gentil: «Un hombre descendía de Jerusalén…». El prójimo es, por otro lado, el que ayuda; en la parábola, a un miembro de un pueblo despreciado por los israelitas, un samaritano. Se pone en evidencia que en el instante mismo en el que una persona ayuda a otra, los dos se transforman en prójimos el uno del otro. Por lo tanto, el prójimo pueden ser todas las personas con las que nos relacionamos».
Y en el Sermón del Monte encontramos el enunciado que hoy se conoce como la «regla de oro»: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos».
Jesús incluso exhorta a amar al enemigo. Sobre esto explica el Catecismo INA: «El amor al prójimo induce a practicar la misericordia con todos cuando están necesitados de ella, incluso con los enemigos. En la práctica, el amor al prójimo se encuentra, por ejemplo, en la acción desinteresada en bien de otros, principalmente de aquellos que de alguna manera son discriminados. […] El amor al prójimo practicado en todas sus formas, merece un gran reconocimiento. Cuanto más se aplica, más necesidad se aliviará y tanto más armónica será la convivencia».
¡El Adviento es el tiempo de ese amor al prójimo!
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