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“Para mí lo importante es estar al lado de las personas”

abril 19, 2022

Autor: Dinara Ganzer

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Tamara Hainz, de la comunidad Lauffen am Neckar (Alemania), lleva varios años trabajando como voluntaria en un hospicio. La joven de 24 años cuenta de su compromiso y de las experiencias que lleva asociadas.

¡Vaya! Yo no podría hacerlo” es la reacción más común que escucha Tamara cuando dice lo que hace. Por un lado, las personas quedan impactadas, pero, por otro lado, no confían en sí mismas para trabajar en una residencia para moribundos. “Porque es un tema existencial y creo que mucha gente, sobre todo a mi edad, no quiere afrontarlo. O tal vez no puedan. Y se prefiere no abordar el tema en absoluto”, explica Tamara. Pero ella misma ha experimentado que su propia actitud ante el tema de la muerte ha cambiado gracias al trabajo en el hospicio. Ahora le resulta más fácil tratar este tema. “Mi mayor ayuda es mi fe. La vida no termina con la muerte. No sé exactamente lo que viene después, pero sé que algo vendrá y seguramente será bueno, estoy convencida de ello. Eso me anima y me ayuda a no tener miedo”.

El camino al hospicio

Un hospicio es una institución donde se acompaña a los enfermos terminales y a sus familiares. El movimiento de los hospicios comenzó en 1967 con el Hospicio de San Cristóbal, cerca de Londres (Inglaterra), y desde allí se extendió a todo el mundo.

El primer encuentro personal de Tamara con la muerte se produjo cuando su abuelo falleció tras una larga enfermedad. “Tenía 17 años en ese momento y experimenté lo duro que es perder a alguien cercano. Hablar con otras personas me hizo superarlo más fácilmente”.

Después de terminar la escuela secundaria, la joven, que entonces tenía 19 años, se tomó un año de descanso antes de empezar a estudiar la carrera de educación especial. Durante ese tiempo, asistió al curso preparatorio para voluntarios en el trabajo de hospicio para niños, con lo que comenzó su compromiso en este ámbito. “Siempre ha sido importante para mí estar al lado de las personas, hacer algo con y para las personas. Y trabajar con niños es para mí lo que más impacto tiene”. Un año antes, los padres de Tamara habían completado la formación para voluntarios para trabajar en hospicios. “Por nuestras conversaciones, ya sabía bastante sobre esta actividad y me ocupé de la idea durante algún tiempo”, dice.

Construir lazos

Desde el curso intensivo de preparación, se le ha asignado a Tamara el acompañamiento de un niño en edad escolar. “Su madre está gravemente enferma. A causa de su enfermedad, no puede estar siempre al lado de su hijo, o no puede ser tan fiable como sería bueno para el niño”. Una vez a la semana, por la tarde, Tamara se ocupa del niño. Cuenta: “El acompañamiento fue muy activo desde el principio, el niño lo necesitaba: correr al aire libre, jugar al fútbol, ir a la piscina. Al mismo tiempo, también es importante prestar atención a las necesidades psicológicas del niño: ¿Qué estresa al niño? Porque el niño a veces se siente bien y a veces no tan bien, lo que suele depender del estado de la madre. Dedicar tiempo al niño y a sus necesidades –incluso soportar al niño cuando está enojado– forma parte de su cuidado”.

“La relación que he construido con el niño es muy importante para ambos. Para mí, porque lo entiendo mejor, y para el niño, porque puede confiar en mí”, informa Tamara.

Ser capaz de soltar

“Puede ocurrir fácilmente –por suerte, no en mi caso, ya que logramos hacerlo bien– que los límites se difuminen, que como voluntaria te conviertas en una parte más de la familia y te vean como una amiga de la mamá o incluso como una mamá sustituta”, dice Tamara y resume: “Pero el objetivo es estar en la familia durante horas como una persona externa, dar tiempo y cercanía, ayudar… y luego volver a la propia vida”, relata Tamara, “el hecho de que yo pueda hacerlo, recién se vio cuando empecé a acompañar”. El viaje en auto a casa después de una tarde como voluntaria en el hospicio es importante para Tamara. “No me voy enseguida, me siento un rato y me doy tiempo para procesar las impresiones”, dice, y añade: “También me ayuda mi propia familia, que me da mucha fuerza”.

En su compromiso, Tamara no se siente sola. Si tiene alguna necesidad, siempre puede ponerse en contacto con el personal del hospicio que trabaja con dedicación completa. “Nos conocen muy bien a los voluntarios y también tienen buen ojo para saber quién puede ser asignado a cada familia en cada situación vital especial”, dice Tamara. Ella misma no confiaba en proporcionar cuidados paliativos a una persona adulta inmediatamente después de terminada su formación. Adquirió su primera experiencia cuidando al hijo de una madre enferma de gravedad.

“El acompañamiento que se puede proporcionar depende de si uno está en la misma onda”, dice Tamara. El voluntariado la ayudó a madurar como persona. “También me di cuenta de lo importante que es para mí tener a toda mi familia como apoyo. Me di cuenta de lo satisfactorio que es para mí estar al lado de las personas. Esto es realmente lo mío”.

Este artículo fue publicado originalmente en una versión más extensa en la revista «Unsere Familie» en idioma alemán, edición 04/2022.

abril 19, 2022

Autor: Dinara Ganzer

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