«¡Acá tenemos una hemorragia! ¿Puedes venir rápido?». Por el walkie-talkie Ángela recibe un llamado de auxilio. Es medianoche. Recién se había acostado. Se levanta de un salto. Corre. La necesitan.
Angela Schwarz se encuentra hace algunas semanas en Sudán del Sur. En el país que logró su independencia recién en 2011 viven unos 12,5 millones de habitantes en las condiciones más pobres: conflictos armados, epidemias, malaria, SIDA le dan su impronta a la vida cotidiana. La suiza por elección estuvo durante tres meses trabajando como partera en Agok, una estación sanitaria de Médicos sin Fronteras (Médecins Sans Frontières, MSF). Ella sabe mucho, ve mucho, ayuda mucho.
En medio de la zona de crisis
«Cuando alguien tiene una hemorragia o fue baleado, el que necesita la ayuda es recibido en la puerta del ‘field camp’ o campamento y desde allí es llevado hasta los médicos y asistentes…». Ángela informa fríamente sobre el drama cotidiano de cientos de pacientes. El field camp, como llama MSF a las grandes estaciones sanitarias, tiene doble cerco. Un círculo interior, en el que viven los colaboradores, y un segundo círculo exterior, en el que se encuentran las dependencias del hospital.
El campamento se encuentra a sólo diez kilómetros en línea recta de los campos de batalla. Se oye claramente el intercambio de tiros, dice la colaboradora de MSF. Por la noche, las fuerzas de seguridad caminan por el campamento para cuidar.
La partera no está sola
El estación de partos es una casa de piedra con techo de chapa, con sus lados en parte abiertos. Adentro hay una única sala grande. Del lado izquierdo se encuentran dos camas para las parturientas. ¿Camas? No, más bien catres, como mesas tapizadas con un poco de gomaespuma. E inmediatamente junto a ellas, camas para mujeres que esperan el parto, para aquellas que ya dieron a luz y para los recién nacidos; en total son 33.
8 a 14 horas trabaja por día la partera principal. A veces más, a veces menos, pero por lo general más. Por turno trabajan junto a ella seis parteras: por un lado «parteras/os locales», con formación, que han estudiado en la capital Juba o en Nairobi, una clásica profesión de hombres en África, por el otro «asistentes de parteras/os locales», con formacion tradicional.
Hay que ayudar con mucha urgencia
1,80 a 2 metros de altura miden las mujeres que vienen como pacientes. En el sexto o séptimo mes de embarazo pesan no más de 60 o 65 kilogramos. Hay escasez de alimentos. «No crece nada. En todas partes hay una arena marrón. Todo está seco», describe Ángela los alrededores. La desnutrición marca la vida, afecta las fuerzas corporales. Se registran muchos abortos espontáneos.
Muchas veces las mujeres vienen caminando dos o tres días desde su aldea a la estación sanitaria de MSF, ya al final del embarazo, poco antes de parir. «Muchas no lo logran, porque se pueden liberar demasiado tarde, el bebé está mal ubicado o se presentan otras complicaciones. En su mayoría son los niños los que mueren en esas circunstancias», informa a partera de 55 años.
Nada de yuyitos
«Me alegro cuando logran llegar al hospital, cuando una vez más se presenta una madre delante de nosotros, cuando podemos tratar la malaria». Diez a quince parientes tienen que estar de acuerdo para que una mujer pueda emprender el camino al hospital. Y primero todos tienen que estar convencidos. Si después una suegra dice que no, y quiere ayudar con «yuyitos», la mujer no puede ir hasta MSF.
Los asistentes conocen esos factores y han ideado un estímulo: «Para las parturientas hay durante tres días tres comidas diarias, y lo mismo vale para dos o tres parientes que hayan viajado con ella. Y las mujeres reciben como regalo para el parto un mosquitero. Y cuando las mujeres vienen al seguimiento posterior, reciben otro mosquitero más».
Entrenada para las urgencias
«Estás sentada cada día allá, orando, ayudando, teniendo esperanza, reanimando». Pero también hay mucha alegría por cada nueva vida: «Cuando has traído al mundo un niño sano, cuando has podido parar una hemorragia, cuando has salvado de daños a una madre y su hijo, cuando te miran con ojos de agradecimiento…». La madre por partida doble y abuela por partida triple hace una pausa y sigue hablando en voz baja: «¡… esta es tu recompensa!».
Pero Ángela también sabe de los conflictos entre los partidos políticos, de lo que sucede en las fronteras, de la islamización obligatoria, de los secuestros, violaciones, de los intereses económicos a causa de los pozos petrolíferos cercanos, … ella está informada, capacitada, debe saber en un caso de emergencia qué hacer. Para el caso de que haya que evacuar el campamento, siempre hay preparado un pequeño bolso.
Deseo del corazón y fronteras
¿Y en el futuro? Ángela quiere ir a Bangladesh para ayudar a las mujeres; ayudar a las que son perseguidas y ultrajadas. «Quisiera ayudarle a la gente, mostrarles que estoy con ellos. Quisiera mostrarles a las parteras y parteros locales lo que pueden hacer cuando yo ya no esté con ellos». Y quisiera construir un hogar para niños en Sudán del Sur y también una casa para mujeres. Hacer algo que perdure. Un sueño muy grande, un deseo del corazón.
¿Existen fronteras para Ángela Schwarz, algo que la podría acobardar? Reflexiona sólo un instante. «Nunca tuve miedo. ¡Jamás! Ni una sola vez. Me siento sostenida por Dios. Y estoy segura que Él decidirá lo que es mejor para mí».
Médicos sin Fronteras en Sudán del Sur
Médecins Sans Frontières/Médicos sin Fronteras (MSF) es una organización caritativa de carácter humanitario internacional. Presta asistencia médica de urgencia a personas afectadas por conflictos armados, epidemias y catástrofes de la naturaleza, que no tienen acceso a la atención sanitaria. MSF fue fundada en 1971, comprende 24 secciones de países y es una organización autónoma e independiente, cuya intervención se basa en los fundamentos de la ética médica y en los principios de neutralidad e imparcialidad.
En Sudán del Sur MSF ya ayuda desde 1996 en los dos emplazamientos de Agok y Mayom. Hay empleados un total de 411 colaboradores, de ellos 38 son internacionales; los costos del proyecto ascienden anualmente a 16 millones de dólares americanos. «Sudán del Sur sigue luchando con las consecuencias de la Guerra de la Secesión, que llevó en 2011 a la independencia. La cantidad de exiliados ascendía a fines de 2016 a 1,8 millones», escribe MSF. En el año 2016 fueron atendidos en total más de 7.600 pacientes internados en el hospital de Agok. En la sala de partos que mientras tanto se abrió, MSF acompañó en 2016 más de 1.600 partos con más de 90 cesáreas. Los asistentes brindaron tratamiento ambulante a más de 915.000 pacientes, entre ellos a 295.000 enfermos de malaria.