Deseos y necesidades hay muchos. Pero ¿a cuáles debemos ceder y a cuáles no? Hace poco en un Servicio Divino, el Apóstol Mayor tuvo palabras claras al respecto. La vara de medir: Dios y nuestros semejantes.
“Nos hemos decidido: Queremos pertenecer a Jesucristo, ser de Jesucristo. Y se lo prometimos en el Bautismo, en el Santo Sellamiento, en la Confirmación: Yo renuncio al mal, quiero pertenecer a Jesucristo, quiero seguirlo, quiero obedecerle y quiero llegar a ser como Él”. Así se expresó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider al comienzo del Servicio Divino del 5 de mayo en Luanda (Angola). “¿Hasta qué punto nos tomamos en serio esta promesa?”.
Lo que daña, se rechaza
La afirmación de Pablo al respecto es clara: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Carne significa aquí “la vida pecaminosa” y Espíritu “la vida que agrada a Dios”.
En primer lugar, el Apóstol Mayor subrayó que como seres humanos está bien luchar por cosas materiales o inmateriales. “En la vida terrenal tenemos el deseo, el anhelo de tener suficiente dinero para vivir. Tenemos el deseo de honor, de poder, de posesiones, de satisfacción, de que nuestra vida sea plena. Dios nos ha creado con un cuerpo, y este cuerpo puede disfrutar de la vida”, dijo el Apóstol Mayor. “Dios no nos pide que renunciemos a todo lo que es bello y bueno”.
Solo se vuelve negativo “cuando ya no controlamos este deseo, cuando este deseo ya no está controlado por nuestra conciencia. De repente este deseo se vuelve tan grande que ya no prestamos atención a la ley, ya no respetamos su voluntad, ya no respetamos a nuestro prójimo”. Entonces se trata de un deseo pecaminoso.
Según Pablo, este deseo debe ser crucificado, lo cual es la imagen de rechazar todo lo que no corresponde a la voluntad de Dios y desterrarlo de nuestra vida.
Deseos pecaminosos
“Veamos ahora lo que esto significa concretamente. Permitidme citar algunos ejemplos para que esto quede claro”, dijo el Apóstol Mayor y los enumeró:
Robo: “Es normal que tengas el deseo de tener más dinero. Eso está bien”, dijo el Apóstol Mayor. Pero hay que tener en cuenta la ley: “No hurtarás” (Éxodo 20:15). Esto se transgrede “cuando tomo algo que por ley no es mío”. El Apóstol Mayor se refirió a un ejemplo en la vida cotidiana de la Iglesia: “Los hermanos y hermanas dan su ofrenda en el Servicio Divino y el portador de ministerio toma el dinero para reparar su techo”. Esto es un robo. “El deseo de dinero llega a ser tan grande que no respeta ni a Dios ni a sus hermanos y hermanas”.
Mentira: El Apóstol Mayor describió la transgresión del mandamiento: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16) de la siguiente manera: “Digo algo y sé con certeza que no es verdad. Quiero algo y, para conseguirlo de alguien, hago una promesa. Pero inmediatamente sé que nunca cumpliré la promesa”. El Apóstol Mayor advirtió: “Tu deseo se ha vuelto tan grande que ya no puedes controlarlo y estás violando la voluntad de Dios”.
Perjudicar a otros: El Apóstol Mayor explicó el mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5: 14) de la siguiente manera: “Así que puedes tener deseos y anhelos, pero si perjudicas a tu prójimo para satisfacer tu deseo, entonces es codicia y pecado”. Y se lamentaba: “Mucha gente siempre quiere más, pero sabe muy bien que cuanto más tengo yo, menos tienen los demás. Y no les importa, solo están interesados en sí mismos”. Pero “como hijos de Dios, le hemos prometido a Dios: Crucificaré esto, no quiero tener mi bienestar a costa de mi prójimo”.
Dañar la unidad: “La voluntad de Dios es que seamos uno en Jesucristo”. En Gálatas, de donde procede el pasaje bíblico, Pablo intenta resolver la disputa entre judeocristianos y gentilcristianos. Pablo había acusado a sus contemporáneos de insistir en las leyes del Antiguo Testamento y perjudicar así la unidad. “Para esas personas, su opinión se convirtió en una pasión. Querían imponerla a costa del prójimo”.
Falsificar el Evangelio: Los Apóstoles Pablo y Pedro “tuvieron que tratar con personas cuya pasión llegó a ser tan grande que utilizaron el Evangelio y a Jesucristo para satisfacer sus anhelos”. El Apóstol Mayor recordó a Simón el mago, que concedía a la gente el don del Espíritu Santo por dinero, y a personas en Éfeso que difundían falsas doctrinas para exaltarse. Incluso hoy en día, dijo, lamentablemente hay “muchas personas que aprovechan el Evangelio y a Jesucristo para ganar dinero. Hermanos y hermanas, abstengámonos de esto”.
Buenos deseos
El Apóstol Mayor concluyó mencionando algunos buenos deseos de “las personas que verdaderamente han aceptado a Jesucristo”:
- “Tienen el deseo de estar con Dios. Por eso siguen la voluntad de Dios y actúan según sus mandamientos, porque saben: Si hacemos la voluntad de Dios, entonces Dios está con nosotros”.
- Los que son de Jesucristo tienen un deseo: Quiero llegar a ser como Jesucristo. No son santos, viven su vida con normalidad, pero a pesar de todos sus deseos y necesidades, lo más importante para ellos es siempre: Quiero parecerme a Jesucristo”.
- “Quieren la salvación de su prójimo. No importa lo que hagan, no importa en qué situación se encuentren, no importa lo que les hagan, siempre llevan en el corazón: Jesús quiere salvar también al otro y yo quiero ayudarlo”.