Ascensión y Pentecostés: dos festividades importantes en el calendario litúrgico. Mayo trae, al mismo tiempo, meditación y alegría inalterable. Y en el centro de todo está Jesucristo, Señor y Salvador.
Los Servicios Divinos nuevoapostólicos de mayo están enfocados en dos fiestas eclesiásticas. Primero Ascensión: en aquel tiempo, la comunidad estaba sumida en tristeza cuando su Maestro se disponía a dejarla. Les hubiese gustado que se quedara con ellos. Había llegado a ser el centro de su vida. Había renovado su esperanza, fortalecido su alegría, los había alentado y hecho mejores personas. Comunión, amor al prójimo, trato mutuo, todo esto había adquirido otro sonido. Hasta las preocupaciones de la vida cotidiana podían sobrellevarse mejor. Uno se respetaba más a sí mismo y a sus vecinos. La vida tenía un sentido positivo. La autoestima había alcanzado niveles altos. En otras palabras, era bueno, era hermoso, era acertado estar con Él, su Señor. Y ahora se iba.
Ascensión y retorno de Jesús
En la fiesta de Ascensión, los cristianos creyentes conmemoran su ascensión y al mismo tiempo se les recuerda la suya propia. Su lema: somos la comunidad que espera, la comunidad con esperanza, que se deja preparar por el Espíritu Santo para ella. Así como el nacimiento de Jesucristo cambió al mundo y fue motivo de gran alegría, también su ascensión es de gran importancia para la salvación del hombre. Con la ascensión de Jesús comienza el tiempo de espera de su retorno.
¿Qué le quedó a la comunidad en aquel tiempo? ¡Un compromiso, una promesa, confianza en sus palabras!
Antes de la fiesta de Pentecostés lo que destacado es la «espera del Espíritu»: «Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado» (Juan 16:8-11). Él mismo, Jesús, comienza de a poco a preparar a sus Apóstoles para el tiempo que seguirá a su muerte. Hoy la Biblia lo llama los discursos de despedida. En el centro está el pensamiento: el Espíritu Santo será en el futuro su asistencia divina. Otorga nuevo conocimiento, explicará lo que hasta ahora es desconocido, guiará, enseñará, dará vida.
Nueva vida, nueva alegría
El Espíritu Santo trae nueva vida. Y esto tiene repercusiones en los hombres y en su ámbito de vida, tanto en aquella época como también en la actualidad. El Espíritu de Dios ayuda a entender al prójimo, a fortalecer lo que se tiene en común y a conducir a la unidad. Surge renovado coraje, los hombres pueden hablar diversidad de lenguas y experimentan abundante nueva alegría.
Pentecostés es la fiesta de la fidelidad de Dios. Dios es fiel. ¡Le dará la corona de la vida eterna a los que permanecen fieles a Él! El que quiere vivir Pentecostés entrañablemente, debe recordar su promesa de fidelidad: ¡quiero ser fiel al Señor, quiero luchar contra el pecado, quiero confiar en su gracia, quiero servirlo! ¡Entonces Pentecostés tendrá un tinte personal y se desarrollará la nueva vida!
Lectura bíblica para Ascensión: Lucas 24:44-53
Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
Lectura bíblica para Pentecostés: Hechos 2:1-13
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.
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