Dios va tras cada uno: ese es el núcleo de la parábola de la oveja perdida. Pero no se trata solo de los demás que han cometido un error, sino de cada uno de nosotros.
El Servicio Divino del 29 de junio de 2025 en Ratisbona giró en torno a la oveja perdida: “Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido” (Lucas 15:5-6).
Jesús quiso mostrar con la parábola que no solo quería salvar a la humanidad en general, sino a cada persona individualmente, explicó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. “Para Jesús, cada alma es valiosa, de cualquier época, de cualquier país, aquí en la tierra y en el más allá”.
Extraviados, pero no olvidados
Sin embargo: “¿Quiénes son ahora estas ovejas perdidas?”. Entre ellas se encuentran:
- Todos los que no conocen a Jesucristo: “No tienen oportunidad de llegar a Jesús”.
- Todos los que conocen el Evangelio, pero no lo aceptan: “Como los contemporáneos de Noé en aquel entonces; escucharon el mensaje, pero no les interesó”.
- Los cristianos que han perdido la fe: “El camino que han tomado no conduce a Dios. Sin Jesucristo no se puede llegar a Dios”.
- Los creyentes que han abandonado la comunión: “Solo se puede alcanzar la salvación donde Dios la concede, es decir, en la Iglesia de Cristo, en su Obra Redentora y, en particular, donde actúa el ministerio de Apóstol”.
- Los creyentes que no quieren seguir a Jesús de manera consecuente: “Creen firmemente en Cristo”, pero “renunciar a sí mismos, conformar su vida al ejemplo de Jesús, servir, amar, perdonar, cambiar; eso les resulta demasiado”.
A todos ellos, Jesucristo les dice: “Te amo tal como eres. Quiero salvarte. Estoy junto a ti. Y siempre te daré una oportunidad para que vengas a mí: ahora, mañana, en el milenario reino de paz, en esta tierra, en el más allá”.
No obstante, para ser salvo, el pecador debe arrepentirse, dijo el dirigente de la Iglesia. “No solo debo creer en Jesucristo. Debo aceptar su palabra y orientarme por ella. Debo cambiar”.
Cómo el arrepentimiento puede ser muy sencillo
“Yo mismo debo plantearme la pregunta: ¿Soy yo quizás la oveja perdida?”, añadió más tarde el Ayudante Apóstol Mayor Helge Mutschler en su aporte a la prédica. “Porque, en los últimos tiempos, ¿he cumplido los mandamientos? ¿Siempre he dicho la verdad? ¿He promovido la paz? ¿No he herido a nadie en su alma?”.
“Y, por supuesto, la palabra ‘arrepentimiento’ siempre suena tan mal. Siempre suena como algo por lo que hay que pagar”. Pero “la palabra ‘arrepentimiento’ significa algo muy sencillo”, que es: “Simplemente dar media vuelta y volver a casa. Y si ya no puedo volver a casa, dejar que me lleven allí en los brazos y manos de Jesucristo. Es así de sencillo”.
Triple alegría: un impulso motivador
“Gocémonos de que el Señor vaya en busca de los pecadores, de las ovejas perdidas”, continuó su prédica el Apóstol Mayor Schneider. “Este gozo comienza ya en nosotros. Sí, claro, nosotros también somos parte de esas ovejas perdidas. Y estamos muy agradecidos al amado Dios por ir siempre a buscarnos”.
Además, “¿cómo podría gozarme de que yo esté redimido y los demás no? Es un gran gozo saber que Dios los ama a todos”. Y, por último: “Y ningún espíritu, ningún poder, ningún acontecimiento puede impedirlo”.
Este gozo nos motiva a hacer el bien. Por un lado: “Oremos por las ovejas perdidas”. Por el otro: “También anunciemos este mensaje a todos los seres humanos, a través de nuestras palabras y nuestras acciones”. Y, por último, “asegurémonos de que las almas encuentren un lugar donde esta salvación esté disponible. Y ese lugar es la Iglesia, la comunidad. Por eso quiero seguir comprometiéndome y colaborando”.












