Todos pueden ser pobres en espíritu. Pero, ¿por qué uno querría serlo? Para alcanzar la salvación eterna, ya que la condición básica para lograrlo es este tipo de pobreza ¡y lo es tanto para pobres como para ricos!
«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos». Con este conocido texto bíblico de Mateo 5:3 sirvió el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 10 de noviembre de 2019 en Norderstedt (Alemania del Norte).
«La primera frase de su gran prédica está dirigida a los pobres. Jesús quiso demostrar con ello que el Evangelio está dirigido muy especialmente a los pobres«, deja claro el Apóstol Mayor. «Dios no os ha olvidado, vuestra pobreza no es un castigo. Dios os ama y está cerca de vosotros».
Pobre o rico es lo mismo
Esto muestra que «vuestra pobreza no constituye un obstáculo para la salvación. Aunque seáis pobres y lo sigáis siendo, podréis entrar en el reino de los cielos», pero «la pobreza no es una garantía. La necesidad no es un salvoconducto». Nadie adquiere con su vida un derecho a una compensación. Y finalmente, «la necesidad, la pobreza, el sufrimiento no son condiciones para alcanzar la salvación. También hay personas ricas que podrán entrar en el reino de Dios».
Para pobres y ricos rige lo mismo: Depende de la relación correcta con Dios. «Ser pobre en espíritu es una condición para alcanzar la salvación. Todos pueden ser pobres en espíritu«, explicó el Apóstol Mayor en virtud de siete pensamientos centrales.
La riqueza de los pobres en espíritu
En todo tiempo preciso de ti: «Sí, se puede vivir sobre esta tierra sin Dios. Pero uno no puede llegar a ser bienaventurado. Siempre falta algo. Y solo si el hombre tiene comunión con Dios, puede vivir en plenitud, puede ser feliz».
Dios sabe lo que es bueno y lo que es malo: «Cuando transito el camino de Dios, transito el camino correcto. Tengo cero riesgo de ir en falso. No cometo error si soy obediente al Señor».
Dios tiene todo bajo control: «El pobre en espíritu no busca explicación. Él ya la tiene. La explicación es: Dios me ama. Él quiere mi salvación. Confío en Él. De pronto ya no tiene miedo del futuro, tiene firme esperanza. Su confianza en Dios lo hace fuerte».
Con Dios puedo lograr todo: «Hacemos la experiencia de nuestra propia debilidad. Y esto podría llevar muy rápidamente a decir: ‘No puedo lograrlo’. Entonces viene Dios y dice: ‘Te conozco mejor que tú mismo. Lo puedes lograr. Yo te ayudo’. Entonces el pobre en espíritu va y prueba otra vez».
No puedo ganarme mi salvación: «La salvación es algo tan grande que nadie se lo puede ganar. El pobre en espíritu es consciente de esto. Él sabe que tiene que esforzarse para que Dios le pueda conceder gracia. ¿A quién Dios le concede gracia? A aquellos que lo aman».
Tengo tanta necesidad de redención como mi prójimo: «Él es pecador, yo soy pecador, estamos en el mismo nivel. Si yo recibo salvación, también él debe recibirla. Esto no siempre es tan fácil: Existen personas a las que uno quiere de corazón y otras a las que tiene que querer dolorosamente. Dios sabe todo de mi prójimo e igual lo ama».
Seamos uno en Jesucristo: «Mientras los hombres intenten por sus propios medios que haya unidad, están condenados al fracaso. Solo si todos adoptan a Jesucristo y todos siguen el ejemplo de Jesucristo y crecen en la medida de su Espíritu y su naturaleza, será posible una comunión perfecta entre las personas».
La conclusión del Apóstol Mayor: «Dios ofrece salvación a aquellos que se entregan a Él, le obedecen y confían en Él, buscan su gracia y tienen gracia para con los demás, y trabajan en llegar a ser semejantes a la imagen de Cristo».