
La batalla contra el pecado, la lucha por la gracia y la disposición a perdonar caracterizan la vida cotidiana de los cristianos. El Apóstol Mayor aprovechó su prédica en Acra (Ghana) para dar importantes aclaraciones e impulsos.
El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider arrojó luz sobre el tema del perdón durante su visita a la iglesia central en Acra (Ghana) el 24 de noviembre de 2024. La base de la parte de la prédica del Servicio Divino fue Mateo 6:12: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
El perdón, un deseo universal
El Apóstol Mayor comenzó señalando que el deseo de perdón es el mismo en todo el mundo, independientemente de la cultura o el origen: “Oramos juntos, perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. De la misma manera en EE. UU., en Alemania, en Acra o en la India”.
En primer lugar, es importante reconocer “que somos pecadores. Y que necesitamos el perdón de los pecados. Que necesitamos la gracia”. Tomar conciencia de esto es decisivo.
¿Qué es el pecado?
En línea con el Catecismo, el máximo dirigente de la Iglesia resumió: “Pecado es todo pensamiento, palabra o acto que se opone o va en contra de la voluntad y la naturaleza de Dios”.
Sin embargo, la reacción de Dios ante el pecado no es la ira, la decepción o la frustración, explicó el Apóstol Mayor, refiriéndose a Adán y Eva. El hecho de que ambos tuvieran que abandonar el paraíso y fueran separados de Dios no fue un castigo de Dios, sino el resultado de su comportamiento: “Dejaron de hacer la voluntad de Dios. Por eso les fue imposible permanecer en un lugar donde todo era conforme a la voluntad de Dios”.
¿Por qué pedir perdón?
Para los creyentes de hoy, esto significa que la convicción de ser pecadores no debe conducir al miedo al castigo de Dios. “Seamos sinceros. Los pecadores no son castigados en este mundo”, dijo el Apóstol Mayor y ofreció un posible pensamiento: “Oh, genial. Entonces no necesito la gracia. No pasa nada. Dios no me castigará”.
La motivación para pedir gracia no debe ser el miedo al castigo, sino la propia decisión vital de querer hacer la voluntad de Dios, así como el reconocimiento de que uno no puede hacerlo con sus propias fuerzas. “Entonces, ¿por qué pedimos gracia? ¿Por el perdón de nuestros pecados? La respuesta está al principio del Padre Nuestro: Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Para la perfecta comunión con Dios necesitamos gracia y perdón, dijo el Apóstol Mayor Schneider.
¿Perdonar y olvidar?
Aunque es posible perdonar al ofensor, a menudo nos damos cuenta de que “es casi imposible olvidar lo que nos ha hecho”. Dios no espera que las malas experiencias se borren de la memoria.
El perdón es otra cosa, explica el Apóstol Mayor: “Perdonar es recordar lo que pasó. Lo que hizo el ofensor, lo que dijo. Pero, aunque pienses en ello, tienes paz en tu corazón. Y no más ira. No más odio, no más búsqueda de venganza. Eso es el perdón”.
Y para recibir el perdón tú mismo, no necesitas un sacrificio como en el Antiguo Testamento ni pagar cierta cantidad de dinero. El único requisito que pone Dios es que hagamos un esfuerzo por perdonar a nuestro prójimo: “Esto demuestra que vamos en serio y que realmente queremos el perdón”.
El poder liberador del perdón
Mientras no hayas sido capaz de perdonar, la persona que te ha hecho una injusticia sigue teniendo poder sobre tu alma. “Por su culpa, no tienes paz ni alegría. Tiene poder sobre ti. Ahora tu corazón está lleno de ira. Tu corazón está lleno de odio”.
Aunque sigas sufriendo las consecuencias de la mala conducta que has experimentado, perdonar significa decirle al ofensor en tu mente: “No permitiré que me robes mi alegría y mi paz”. Y, como dice el Apóstol Mayor: “Cuando perdonas a tu prójimo, le quitas el poder que una vez tuvo sobre tu alma y tu vida”.
Unidad en la oración
La lucha por el perdón es también un elemento de unidad: “Oramos: Perdónanos nuestras deudas. Eso significa perdóname a mí, pero también perdónalo a él… y a ella… y a ella y a él”. Así que no se trata solo de curarse uno mismo, sino de orar por la sanación de todos.
Sin embargo, está claro que la sociedad no puede funcionar sin justicia. Los que hacen el mal pueden ser perdonados, pero aun así tienen que afrontar las consecuencias de sus actos. Aquí el Apóstol Mayor se refirió al malhechor que fue crucificado junto con Jesús. Aunque Cristo le había concedido el perdón y la gracia, “el hombre tuvo que sufrir y morir porque había hecho algo malo y fue condenado por la sociedad”.
El perdón requiere tiempo
En todas sus enseñanzas, Jesús lo dejó muy claro: “No se puede recibir el perdón de Dios si no se perdona al prójimo”. Sin embargo, esto a menudo no es algo rápido, dijo el Apóstol Mayor Schneider. Los seres humanos pueden hacer cosas tan terribles, a menudo mucho más allá de la imaginación de cualquiera.
Pero, aunque parezca imposible perdonar: Dios no tiene en cuenta el resultado de los esfuerzos, sino la voluntad sincera: “Llevará tiempo, pero Él te ayudará y lo conseguirás”. Y por una sola razón: “No porque solo quiera lograr la impunidad. Sino porque quiero ser uno contigo. Quiero tener comunión con Dios”.


















Photo: Ebenezer Adjei