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Renunciar al diablo: el significado del voto de la Confirmación

marzo 12, 2016

Autor: Peter Johanning

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Pronto habrá llegado la fecha en la que muchos jóvenes cristianos se presenten ante el altar para ser confirmados. Antes del acto de bendición pronunciarán un texto doctrinario sobre el que vale la pena reflexionar.

“Yo renuncio al diablo y a todo su obrar y ser, y me entrego a ti, oh Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la fe, obediencia y con el serio propósito de serte fiel hasta mi fin. Amén». Así dice el texto. Son palabras sumamente solemnes, no en el lenguaje cotidiano, tampoco constituye una simple oración. Trasluce claramente en el voto la seriedad de lo que se promete.

Su texto es antiquísimo. A principios del siglo III d.C. es incorporado en la así llamada «traditio apostolica» («Tradición Apostólica»). Además de la Didaché, o «Enseñanza de los 12 Apóstoles» del siglo II, es la fuente más importante para la disposición de los Servicios Divinos en la Iglesia cristiana temprana.

Antes, un voto bautismal

Originalmente este texto para la Confirmación era un voto bautismal que debían pronunciar por lo general los adultos que eran ganados para Cristo y habían terminado la enseñanza necesaria para el Bautismo. Cuando eran bautizados niños, el voto era pronunciado en representación de ellos por sus padres o por un miembro de la familia. En la Iglesia Nueva Apostólica, el antiguo voto bautismal es utilizado como voto de la Confirmación. Esto lo vincula con el Bautismo: con su voto, el confirmante afirma que se hace cargo bajo responsabilidad propia de la promesa que dieron sus padres en el Bautismo (Catecismo INA 12.2.2).

Renunciamiento y confesión

El texto comprende dos «fórmulas»: una de renunciamiento y otra de confesión. En ellas se expresan decisiones fundamentales que forman parte del ser cristiano: el «no» al maligno y el «sí» al trino Dios como el Señor de nuestra vida (Catecismo INA 12.2.2.2).

La fórmula de renunciamiento dice: «Yo renuncio al diablo y a todo su obrar y ser». Detrás de esta fórmula está el pensamiento de que el joven cristiano se aparte voluntariamente y bajo su propia responsabilidad del mal. Quien pronuncia esta formula con fe, quiere distanciarse del mal. Pronunciar esta fórmula no significa que la persona ahora ya no tenga pecado y que logrará apartarse siempre de las influencias del maligno. Más bien expresa que el confirmante sabe de su pecaminosidad y no quiere llevar una vida en el ámbito del mal y de lo no divino. Para ello es necesario el acompañamiento del Espíritu Santo, cuyo don ya ha recibido.

Dios es el Señor

Sólo por sus propias fuerzas la persona no puede cumplir el voto. Por eso, a la fórmula de renunciamiento le sigue la fórmula de confesión, que dice: «Y me entrego a ti, oh Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la fe, obediencia y con el serio propósito de serte fiel hasta mi fin».

Con ella, el joven expresa que acepta al trino Dios como su Señor. Él debe determinar su vida. La fe y la obediencia constituyen en ella los aspectos principales. El «serio propósito» se documenta públicamente. Por eso, la confesión a Dios no se recita de memoria y sin pensar, sino que la persona se debe proponer seriamente a cumplirla. Promete a Dios permanecer fiel por toda la vida. Así como Dios es fiel con nosotros, dándonos los Sacramentos y acompañándonos durante toda la vida.

Los Servicios Divinos con Confirmación se realizan en la Iglesia Nueva Apostólica entre Pascua y Pentecostés. Únicamente en Sudamérica tienen lugar el 1º domingo de diciembre.

Más informaciones sobre la Confirmación, el desarrollo del Servicio Divino y la dispensación de bendición pueden leerse en el sitio web de la Iglesia Nueva Apostólica.

Foto: Oliver Rütten

marzo 12, 2016

Autor: Peter Johanning

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