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«Santificado sea tu nombre»: sobre la oración del Señor

julio 21, 2016

Autor: Peter Johanning

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Lo cierto es que ninguna oración se pronuncia con tanta frecuencia. De todo corazón, con emoción y dignamente. Permite vislumbrar la estrecha vinculación con Dios, el Creador y Padre en el cielo. Hace sentir a los que la oran pequeños y grandes al mismo tiempo. Es la tarjeta de ingreso a la sensación de estar cerca del Señor. Sobre el «Padre Nuestro»:

La oración del «Padre Nuestro» dice según las palabras de Mateo 6:9-13: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros duedores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén».

La oran todos los cristianos, cada uno en su idioma, en muchos casos todos los días, como rezo de las horas canónicas o en el desarrollo litúrgico del Servicio Divino. Con esta oración, Jesús dio un ejemplo de cómo debe orar el hombre a Dios. Es la única oración que pronuncia la comunidad conjuntamente en el Servicio Divino con un texto establecido.

Padre Nuestro y Padrenuestro

Padrenuestro es llamada la oración del Señor en las grandes Iglesias, una tradición muy difundida. El nombre «Padre Nuestro» proviene de los círculos reformados de la Iglesia y hoy todavía se sigue usando. Según el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica, ambas variantes son posibles: la oración del «Padre Nuestro» o el «Padrenuestro».

Mateo o Lucas

La así llamada doxología, es decir la triple glorificación al final de la oración: «Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria», no figura en el texto original del Evangelio de Mateo. Este texto proviene del siglo II d. C. y ha sido transmitido en la Didaché (Enseñanza de los doce Apóstoles, una ordenanza religiosa del cristianismo temprano). Por eso no en todas las Iglesias se ora este final. Ya en el siglo II, la Didaché recomendaba el triple Padrenuestro en el día, una recomendación que adoptó el monasticismo benedictino de la Edad Media temprana. Entonces pasó a formar parte del rezo de las horas canónicas. Recién a partir de Cirilo de Jerusalén (313–386 d. C.) también se ora en el Servicio Divino. En las Iglesias Ortodoxas del Este, la oración del Señor se pronuncia antes del partimiento del pan, los creyentes católicos la oran después del mismo. Lutero estableció en la «Misa Alemana» (1526) que debía seguir a la prédica.

Antes de la Santa Cena

En el Servicio Divino con Santa Cena de la Comunidad Católica Apostólica, la oración del Señor se decía como oración de preparación antes de la «Consagración», por ende antes de la Santa Cena. Esta ubicación como oración previa a la Santa Cena se mantuvo hasta hoy en los Servicios Divinos nuevoapostólicos. Antes de la reforma de los Servicios Divinos en 1999, el Servicio Divino de entresemana era sin el «Padre Nuestro», ya que no se celebraba la Santa Cena.

3+4 = siete peticiones

Formalmente la oración está dividida en siete peticiones; siete es la cantidad de la plenitud y la santidad. Las tres primeras peticiones después de la invocación («peticiones tú») se dirigen a Dios, el Padre: tu nombre, tu reino, tu voluntad. Las cuatro últimas peticiones son las «peticiones nos» y su contenido es el hombre necesitado de protección: el pan nuestro, nuestras deudas, nuestra tentación, nuestra liberación.

Al final está la palabra hebrea «amén»: «¡Así sea; así es! ¡Que esta oración verdaderamente se cumpla!». Quien pronuncia este amén, está de acuerdo con el contenido de la oración.

Foto: lagom – Fotolia

julio 21, 2016

Autor: Peter Johanning

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