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Santificar: el medio para llegar al fin

octubre 23, 2019

Autor: Andreas Rother

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Él los llama hermanas y hermanos y quiere compartir todo con ellos. Jesús ama a los seres humanos. Lo puede experimentar el que se deja santificar y se santifica a sí mismo. ¿Cómo? Él mismo lo muestra como ejemplo.

Un consuelo fue la base del Servicio Divino que ofició el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 11 de agosto de 2019 en Uster (Suiza). Está escrito en una carta a una comunidad que se había cansado y había perdido la alegría: «Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos» (Hebreos 2:11).

¿Por qué el texto bíblico aborda a las personas como hermanos de Cristo? Por un lado, porque «Jesús era un ser humano como nosotros», no un ángel que había descendido del cielo, sino un descendiente de Adán. Por el otro, Él mismo había llamado hermanos a los discípulos y había dicho que su Padre era el Padre de ellos y su Dios el Dios de ellos. Y finalmente, «Peleamos la misma batalla contra el mismo enemigo», dijo el Apóstol Mayor.

Liberados y llamados

Ser santificado, ¿cómo lograrlo? La respuesta del Director de la Iglesia: Es santo el que pertenece a Dios, el que está consagrado para servirlo y el que surge del obrar del Espíritu Santo.

«Entonces Jesucristo es santo porque es el Hijo de Dios». Además, «Jesucristo es el santo siervo de Dios que Dios trajo a la tierra para que se cumpla su voluntad». Y finalmente, «Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo y estaba lleno del Espíritu Santo».

«Dios también santifica a los hermanos y hermanas de Jesucristo». Pues, «por su sacrificio, Jesucristo nos compró. Nos liberó, pertenecemos a Dios». Además, «somos el pueblo santo, llamado para anunciar las virtudes de Dios, no porque seamos tan buenos, sino porque debemos servir a Dios». Y finalmente, «Dios nos santificó por el Espíiritu Santo, hemos recibido el don del Espíritu Santo».

Dejarnos guiar a lo alto

«Jesucristo no solo fue santificado por Dios, Él también se santificó a sí mismo. ¿Cómo lo hizo?», preguntó el Apóstol Mayor Schneider. Sus respuestas: «Jesús luchó contra el mal y contra el pecado». «Él siempre buscó la estrecha comunión con Dios». «Se entregó a Dios por completo, hasta la muerte en sacrificio».

«Dios espera de nosotros que nos santifiquemos, esta es nuestra misión. ¿Cómo podemos hacerlo?». Por un lado, «luchando contra el pecado, no queremos ser sus siervos». Por el otro, «debemos elevarnos por sobre lo terrenal y llegar a otro nivel para ser bendecidos espiritualmente». Y finalmente, «no tenemos que morir en la cruz. Pero al viejo Adán lo tenemos que entregar a la muerte, debemos dejar que la nueva criatura crezca en nosotros y prospere, dejarnos guiar por completo por el Espíritu Santo».

Confesarse uno al otro

Jesucristo se confiesa a sus hermanos y hermanas: «Ninguna preocupación, ninguna petición, ningún sufrimiento, ninguna pregunta es demasiado pequeña, demasiado tonta, demasiado poco. Él comparte todo, es solidario en todo aspecto. No se avergüenza de conducir a los pecadores que lo siguieron, a la gloria».

«Nos confesamos a Jesucristo y declaramos claramente cuál es nuestra posición», enfatizó el Director de la Iglesia. «No practicamos la política, somos conscientes de que no estamos comprometidos a cambiar a la sociedad, pero al menos se puede esperar de nosotros que digamos una y otra vez: ‘Esto no responde al Evangelio, no puedo estar de acuerdo con esto'».

«Tampoco nos deberíamos avergonzar de nuestros hermanos y hermanas», dijo para terminar el Apóstol Mayor, «sabiendo que es el hermano y la hermana de Jesucristo».

octubre 23, 2019

Autor: Andreas Rother

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