La filiación divina no es un símbolo de estatus, sino una tarea: ser como niños y aprender a padecer con Cristo. Perdón, ¿cómo? Un Servicio Divino con el Apóstol Mayor brinda las explicaciones.
El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider calificó el pasaje bíblico del Servicio Divino del 27 de julio en Bonaire, en las Antillas Holandesas, como “un mensaje reconfortante”: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:16-17).
Una cuestión de fe
“Es un gran consuelo saber que somos hijos de Dios”. Pero, “¿qué significa eso?”, preguntó el dirigente de la Iglesia, explicando:
- Dios es el Padre amoroso y cuidadoso: “Como padres, hacemos todo lo posible para dar a nuestros hijos todo lo que necesitan para su vida. Pero nuestro poder y nuestras posibilidades son limitados. Nuestro Padre celestial no tiene esos límites. Nada es imposible para Él”.
- Los hijos de Dios son sus herederos: “para estar junto a Dios en su reino en la eternidad. Esa es la herencia que recibiremos de nuestro Padre. Y la recibiremos a través del renacimiento de agua y del Espíritu. Nadie te la puede quitar”.
- Los hijos de Dios son coherederos con Cristo: “Todo lo que Jesucristo recibió, también lo recibiremos nosotros. Eso nos hace muy humildes. Porque Él era el hombre perfecto. ¿Quién de nosotros podría decir eso de sí mismo?”.
- Los hijos de Dios son coherederos entre sí: “Todos recibiremos lo mismo. Porque cada heredero –cada uno– ¡recibe todo!“.
Sin embargo, “no tenemos pruebas. No hemos recibido señales. Tenemos que creer”, enfatizó el Apóstol Mayor, “no pidas pruebas. No las tendrás. Es una cuestión de fe”.
Ser como niños
Este mensaje también es una exhortación: “Para recibir esta herencia, debemos llegar a ser como niños”. Esto significa:
- “Ser humildes como un niño que sabe: no tengo absolutamente nada. No puedo hacer nada. Soy totalmente dependiente de mis padres”.
- “Como un niño, debemos confiar en Dios, sabiendo que mi Padre sabe más que yo. Él hará lo correcto”.
- “Confiamos en Él, lo respetamos y, por lo tanto, le obedecemos. Sabemos por experiencia que no es tan fácil”.
“Este es el primer requisito para obtener la herencia”, dijo el dirigente de la Iglesia, “y ahora Pablo añade un segundo ¡y no es agradable!”.
Heredar es participar del padecimiento
“Recibirás la herencia si padeces juntamente con Cristo. Esta es la parte del mensaje que no es tan agradable”. Pero “es importante entender de qué tipo de padecimiento habla”.
- “Padecer en Cristo no significa que tengas que sufrir por ser un cristiano fiel. Simplemente estás experimentando lo mismo que todos los demás. El sufrimiento adicional es que el diablo quiere usar tu sufrimiento para separarte de Dios”.
- “Padezcamos juntamente con Cristo. Esto significa que no permitimos que nuestro sufrimiento –por muy grande que sea– interfiera o destruya nuestra relación con Dios”.
- “Jesús también dijo: ‘Quien quiera seguirme debe negarse a sí mismo’. Eso nos hace sufrir tanto como hizo sufrir a Jesús. Le llevó mucho tiempo y fue una gran lucha para Él antes de llegar al punto en que dijo: ‘Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’”.
- “Cristo participó en los padecimientos de su prójimo. Quien comparte sinceramente el padecimiento del prójimo también sufre. Y eso no es agradable. Pero como seguimos a Cristo, estamos dispuestos a compartir el padecimiento del prójimo”.
- “Podemos disfrutar de nuestra vida en la tierra, pero siempre hay una especie de padecimiento aquí, que es este anhelo: ¡Quiero estar con Cristo por toda la eternidad!”.
“Si padecemos de esta manera, podremos llegar a ser verdaderamente coherederos con Jesucristo”, aclara el Apóstol Mayor: “Entonces recibiremos esta maravillosa herencia. Es tan grande que no tengo palabras para describirla. Pero confiamos en Dios: todos recibirán todo”.