Ser una voz para aquellos que no la tienen
Lo que los refugiados necesitan urgentemente, aparte de comida y bebida, atención médica y un techo sobre sus cabezas, es esperanza. Tener una perspectiva de hogar, amigos, seguridad. Desafortunadamente, las realidades parecen diferentes para muchos. Un llamado a la reflexión.
El Día Mundial de los Refugiados existe por más de 100 años. No cambió mucho desde entonces. Que el mundo recuerde a los refugiados, a los desplazados, a los que solicitan asilo político, a los viajeros en tránsito, o no, no hace gran diferencia. Esta frase nos tienta a menospreciar y reprimir los destinos humanos. ¡El mundo no lo necesita y los migrantes no lo merecen! Al contrario, es parte de la verdad de que no todo está en orden en nuestro hermoso mundo. La reflexión sobre lo que es correcto y lo que no lo es, no debe perderse.
71 millones en busca de un hogar
Desde 2001, las Naciones Unidas recuerdan a los millones de refugiados que cada año emprenden su camino, dejando sus rastros como si fueran cicatrices en el globo. Huellas bien marcadas, rutas de escape… millones de personas vagan por el mundo sin encontrar un hogar. ¿A dónde van? A menudo no lo saben ni ellos mismos. Un vagabundo que recorre un estado tras otro carece de tiempo para pensar.
Sin embargo, las manifestaciones y conmemoraciones públicas al menos nos hacen acordar del problema, aunque no lo resuelvan. Los que no se unen a la marcha de los desplazados tienen poca idea de lo que pasa en el camino. Acaban de superar violencia, persecución y violaciones de los derechos humanos, comienzan a sentir desesperanza, hambre y frío. Es un ciclo del mal que se pone en marcha. Las personas con un hogar permanente y un techo sobre sus cabezas apenas pueden imaginarlo. Hay millones de destinos, historias, vidas que se suceden. Cuentan de violencia, abismos humanos y algunos también de esperanza y coraje.
Tantos como nunca
Y para empeorar las cosas, la pandemia del coronavirus, con sus limitaciones globales golpea más duramente a los más pobres de los pobres. El dinero que tendrían disponible ya no está. La asistencia se canaliza de manera diferente. Las historias de los refugiados dan paso a otras noticias. En el proceso, se ven afectadas muchas personas de muchos países. La lista es larga: Yemen, Venezuela, Burundi, Irak, Siria, Sudán del Sur, Nigeria y así sucesivamente. Hay disturbios étnicos en Myanmar, la República Centroafricana o Sudán del Sur y terrorismo en Siria o Afganistán. Los que solicitan asilo político viajan por América del Norte y del Sur, y en su camino a Europa los refugiados a veces se hunden en el Mediterráneo. Ninguna parte del mundo está sin refugiados. Los números siguen siendo tan altos como siempre o aún más. La ACNUR, Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, los estima en 71 millones de personas, más que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial.
Oración y caridad
Los cristianos no deben permitirlo. Noticias de este tipo deben inquietarlos. Después de todo, pueden contribuir con uno de sus más importantes principios de fe: ¡la oración! Su oración está libre de barreras y límites, libre de prejuicios y clasificaciones, dice el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider, quien lidera la Iglesia Nueva Apostólica Internacional: las corrientes de refugiados y la xenofobia encajan con demasiada facilidad, dice. Su apelación es para no dar lugar al odio. En cambio, el amor al prójimo es el mandamiento del momento. Se necesitan signos de solidaridad e ideas buenas y creativas en las comunidades.
El objetivo común puede ser dar voz a aquellos que ya no la tienen o nunca la tuvieron. Y hay muchos. ¡Demasiados!
Foto: Robert Kneschke – stock.adobe.com