Servicio Divino en ayuda para los difuntos: recuerdo cordial sin prejuicios
Por definición, un prejuicio es un juicio formado previamente sobre algo. Por lo general, es desfavorable, estigmatiza o discrimina. Los prejuicios muchas veces son negativos y poco reflexivos. Y no obstante, todas las personas tenemos estos tesoros en lo oscuro de nuestros sentimientos.
La siguiente escena: una mujer entra en un café, se pide un café, se sienta a una mesa libre, se vuelve a parar para buscarse otro sobre de azúcar de la barra, quiere regresar y descubre que un hombre extraño se puso a manipular su taza. Miles de pensamientos pasan por su cabeza, en una milésima de segundo: es un ladrón, alguien sin techo que está robando, seguro que también vació mi cartera, todos sólo quieren mi dinero, hoy en día nada está seguro, ya no hay personas sinceras en este mundo y así muchos otros más. Quiere pedir ayuda y entonces la vendedora de inmediato le dice que ese hombre no está sentado a su mesa, sino en la mesa vecina. Allí, al lado, está su taza de café y su cartera, ambas intactas. Las mesas en un restaurante muchas veces parecen iguales, por cierto.
Los prejuicios son inconsiderados, irreflexivos, injustos.
Uno a veces se puede equivocar, no hay problema. ¿Pero qué pasa en nuestro interior? Se levantan miedos, malos pensamientos, sentimientos feos. La realidad es diferente. Los pre-juicios son, entonces, juicios previos, a menudo sin conocer bien las cosas. Inconsiderados. Irreflexivos. Injustos.
El domingo los cristianos nuevoapostólicos en todo el mundo celebran el Servicio Divino en ayuda para los difuntos. Recogimiento, emociones, recuerdos son sentimientos que le dan la impronta a ese día. Cuántas veces pasa en este contexto que las posturas humanas sean transportadas una a una a un mundo que el hombre no conoce, que no puede evaluar realmente. Mundo al que quiere llegar. El conocimiento doctrinario nuevoapostólico dice que el ofrecimiento salvífico de Dios está dirigido a todos los hombres, aquí y en el mundo del más allá.
Intercesión de la comunidad
Este domingo la liturgia se amplía con un elemento esencial: una oración de intercesión que se hace en todas las comunidades. En ella debe expresarse agradecimiento porque por el sacrificio de Jesús también pueden ser dispensadas gracia y salvación a los no redimidos del mundo del más allá, porque las almas al recibir los Sacramentos pueden estar en comunión con Jesucristo y su comunidad, y esto puede ser fortalecido en ellas, porque también a ellas les es abierto el acceso al reino de Dios y a la vida eterna. Asimismo tiene lugar una intercesión que se realiza especialmente por las almas no redimidas para que reciban fuerzas, se dirijan con confianza y humildad al Señor y no se dejen detener por nada, para que estén deseosas de la misericordia de Dios y los Sacramentos, para que Dios les conceda todo su amor y dedicación.
Esto primero lo debe cumplir la comunidad, ¡y no es tan sencillo! Salir del esquema de conducta habitual y dirigirse con misericordia y amor al prójimo no es asunto de cualquiera. Pero es necesario, la oración debe ayudar a lograrlo.
Ser auténtico protege de los prejuicios
El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider, quien se espera para el Servicio Divino del 3 de julio en Vancouver/Canadá, vuelve por eso su mirada a la vida cotidiana. Escribe a los Apóstoles de todo el mundo que la comunidad que quiere interceder por los difuntos debe vencer los problemas de la vida cotidiana y la propia comodidad. Habla de que participar del sufrimiento de los demás requiere esfuerzos. También habla de prejuicios: «Consideremos que no somos creíbles si intercecemos por determinados difuntos y por otro lado, condenamos a los vivos que se encuentran en la misma situación».
Un domingo en ayuda para los difuntos, un día de cordiales recuerdos, de interceder por otros y de amor activo para con el prójimo. ¡Sin prejuicios, por favor!