Recientemente en un Servicio Divino para portadores de ministerio el Apóstol Mayor habló de «siervos inútiles». ¿Una reprensión? ¡Para nada! Más bien una guía para ubicar a Cristo en el centro de la comunidad.
Casi 10.500 portadores de ministerio y sus esposas vivieron el sábado 2 de abril un Servicio Divino junto al Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider localmente en Buenos Aires o por transmisión de video al resto de Argentina, así como a Chile, Paraguay y Uruguay. El texto bíblico procedió de Lucas 17:10: «Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos».
«Ahora quizás penséis, pero qué Apóstol Mayor tan raro. Él dice que nos necesita y
después lee un texto bíblico que trata de que somos siervos inútiles», comenzó diciendo la máxima autoridad de la Iglesia: «Para entenderlo correctamente debemos mirar toda la historia», se refirió entonces a todo el pasaje de Lucas 17:7-10. Su resumen: «Es nuestra misión apacentar el rebaño y arar el campo».
Propiedad y decisión de Jesús
Ser un siervo de Dios significa que la comunidad pertenece únicamente a Jesucristo. Y la decisión de quién forma parte del rebaño, la toma únicamente Jesucristo. «Ni siquiera un Apóstol Mayor puede saber quién será parte de la novia de Cristo».
Como servidor se debe rendir cuenta ante Jesús «de toda palabra ociosa» (Mateo 12:36). «¿Qué son las palabras ociosas? Las reglas que a veces imponemos», dijo el Director de la Iglesia. «Sabéis que en el pasado hubo reglas curiosas: cabello corto y otras cosas más. Para nuestra salvación todo esto no es significativo».
Abastecer, proteger, cuidar
La misión de los servidores de Dios es en primer lugar, apacentar el rebaño: «El alimento que necesita el pueblo de Dios, no lo podemos fabricar nosotros. Debemos examinarnos si el alimento que repartimos realmente es de origen divino».
También forma parte de apacentar, el proteger y cuidar al rebaño. El mayor peligro para los creyentes es no amar lo suficiente a Jesucristo y consiguientemente, no estar preparados para su retorno. Y: «Detrás del altar no se puede hacer asistencia espiritual. Para eso hay que estar cerca de los enfermos y los que sufren».
Labrar el futuro
Arar es otra misión del siervo de Dios: «Debemos prestar atención a que las comunidades, los hijos de Dios, puedan recibir la simiente divina». A esto pertenece que instauremos en las comunidades una atmósfera de serenidad y que solucionemos los conflictos rápidamente y con amor.
No nos dejemos desalentar si la cosecha recién viene mucho tiempo después de arar. Pues hay que preocuparse por el futuro: «Debemos pensar en las necesidades de la generación futura y la siguiente. No podemos esperar de la juventud que viva como hemos vivido nosotros».
Servir sólo por amor
«Cuando estamos en casa, nuestro trabajo todavía no terminó. También en el círculo de nuestra familia somos siervos de Dios», acentuó el Apóstol Mayor. «¿Somos también una bendición para nuestra propia familia? Nuestras palabras deben estar seguidas por hechos».
¿Y esto qué tiene que ver con el «siervo inútil»? «Nuestra persona, nuestras ideas no deben ser importantes. Prediquemos de Jesús, ubiquémoslo a Él en el centro». Ser siervos inútiles también significa que «no nos podemos ganar nuestra propia salvación, tampoco con las actividades que desarrollamos. Pues gracia necesitamos todos».
«Como siervos de Dios no nos corresponde un salario especial», es la conclusión: «La comunión con Dios significa que tenemos todo. No se puede heredar más que la gloria de Dios». La expectativa de recibir más hay que «sacársela de la cabeza», pues «lo que hacemos, lo hacemos por amor a Jesús».