Adán y Eva fueron desobedientes, dice la Biblia. Los seres humanos somos como ellos. Pero Jesús fue diferente: permaneció obediente a Dios hasta la muerte. Su sacrificio hizo posible que los seres humanos pudieran parecerse cada vez más a Jesús.
El 21 de marzo de 2021 el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider ofició una prédica en Lugano, Suiza, en la que contrastó la desobediencia de Adán con la obediencia de Jesús. Para ello utilizó el pasaje bíblico de Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”.
La desobediencia de Adán tuvo por consecuencia la muerte de Jesús en sacrificio
El Apóstol Mayor comenzó explicando que la muerte de Jesús en la cruz era un testimonio del amor de Dios por la humanidad. Con ello, Jesús mostró su solidaridad con los afligidos y moribundos: “Quería decirle a cada ser humano: estoy a tu lado, estoy contigo. Todo lo que tú experimentas y vives, yo también lo experimento”. Y la muerte en la cruz abrió el camino a Dios: “Él murió para traernos la salvación”.
Adán y Eva cayeron en el pecado porque desobedecieron. “Lo primero que hicieron fue no confiar ni creer en la palabra de Dios. En segundo lugar, querían ser como Dios. No querían someterse a Dios y decidir por sí mismos lo que era bueno o malo para ellos. Querían independizarse de Dios”.
Al hacerlo, el hombre se había sometido al mal. La muerte de Jesús no fue, pues, un castigo, aclaró el Presidente de la Iglesia: “Hubo una vez cristianos que pensaron que Dios había sido ofendido por la caída en el pecado y que el hombre tenía que ser castigado. Por lo tanto, Cristo tuvo que morir como castigo por el hombre”. Pero eso no encaja con la imagen actual de Dios. Más bien, su muerte fue un rescate para liberar a los seres humanos del dominio del mal.
La obediencia de Jesús
Además, el dirigente de la Iglesia señaló que la obediencia de Jesús se demostró de muchas maneras. “Tenía plena confianza en la palabra de Dios”, explicó el Apóstol Mayor. «En la peor situación, creyó en Dios y confió en Él. Tenía una actitud humilde hacia Dios. Siempre fue obediente y dijo: ‘Hágase tu voluntad’”.
Nada, ni la muerte, ni las amenazas, ni el miedo, pudo impedir a Jesús ser obediente a su Padre. “Permaneció obediente. Amaba a Dios y su relación con Dios era más importante para Él que su propia vida”.
Nada pudo alejarlo de su amor a los seres humanos. “¡Él amó hasta el final! Así pudo vencer el mal y destruir el dominio del maligno”.
¿Cómo podemos ser justos?
Al concluir su prédica, el Apóstol Mayor planteó la famosa pregunta de cómo el hombre puede llegar a ser justo, e inmediatamente aclaró: “No por su propio mérito ni por sus buenas obras. Incluso la mejor persona, que solo ha hecho cosas bellas y buenas en su vida, no será justificada por ello, sino solo por Dios”. Tampoco el sufrimiento, las dificultades y la muerte pueden hacer que uno sea justo. Solo la fe en Jesucristo y la confianza en Él pueden hacerlo. Puede llegar a ser justo aquel que…
- confía en el amor de Dios: “Creemos firmemente que Él nos ama”.
- es obediente: “Confiamos en el amor de Dios, incluso cuando no entendemos nada”.
- pone sus pensamientos bajo el pensamiento de Dios: “Queremos ser completamente entregados a Dios”.
- cumple el mandamiento del amor: “Creemos en su amor y queremos amar a nuestro prójimo”.