Lo exasperaban, engañaban y dejaban solo – Pablo no siempre tuvo los mejores compañeros de lucha. A pesar de ello, permaneció fiel a Dios y a su prójimo. “Aprendamos de Pablo”, dice el Apóstol de Distrito Joseph Opemba Ekhuya (África del Este).
Antes de que Pablo se convirtiera en el misionero más grande, su ocupación consistía en perseguir a los cristianos. Realizaba esta tarea con entusiasmo. Estuvo presente en la lapidación de Esteban, dio testimonio de ella y quedó al cuidado de las ropas de los asesinos. Pero al encontrarse con Jesús en el camino a Damasco, donde se había propuesto una misión de asesinato similar, se produjo una transformación radical en él. Se convirtió en una persona completamente distinta. En adelante, pasó de perseguidor de cristianos a perseguido y a sufrir el rechazo con lo que se intentaba detenerlo de dar testimonio sobre Cristo; sin embargo permaneció fiel a su llamado. Y finalmente, en su carta de despedida dirigida a Timoteo leemos estas palabras maravillosas: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:6–7).
De la epístola de despedida que el Apóstol Pablo dirigió a Timoteo podemos deducir que la fieldad también significa ser fieles a quienes Cristo nos ha confiado, igual que tolerar el comportamiento de los que Cristo ha colocado a nuestro lado (Primera Epístola de Juan 4:20-21). A veces, el prójimo puede exasperarnos bastante e incluso dañarnos. Del Apóstol Pablo aprendemos que siempre debemos dejar la sentencia definitiva a Dios. En su epístola de despedida dirigida a Timoteo, Pablo escribe que tuvo que sufrir. Narra en ella que Demas había dejado desamparado a Pablo por amor al mundo. Otros compañeros de lucha lo abandonaron cuando se tuvo que defender. Aunque el que realmente lo atacaba y le causaba males en gran cantidad era Alejandro, el calderero (2 Timoteo 4:9-16).
A pesar de todo, Pablo nunca dejó de posar su mirada sobre lo esencial. Esto también forma parte de ser fiel y de conservar la fe. En el caso de Pablo incluso ocurrió que estuvo dispuesto a sufrir con Cristo. Y el resultado es seguro, tal como escribe en 2 Timoteo 4:8: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. Aprendamos de Pablo.
Foto: NAC East Africa