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Taizé, un lugar especial que no se olvida tan rápido

noviembre 29, 2016

Autor: Peter Johanning

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«Decime Elou, ¿viajás conmigo al convento? Hace años mi mejor amiga me confrontó en forma muy directa con esta pregunta. Fui igual de directa y sin pensarlo le respondí con un ‘sí’. Fue una de las mejores decisiones de mi vida».

Así comienza el informe de la experiencia de Elouise Rodríguez García, llamada Elou. La joven de 25 años vive en Dorsten/Alemania, donde es institutriz. Desde los 17 años viaja todos los veranos por una semana al convento de Taizé para pasar allí sus vacaciones.

Taizé, un pequeño pueblo muy atractivo

Taizé, es un pequeño pueblo con ubicación idílica en el sur de Borgoña, Francia. Está apartado de las grandes ciudades. A cien kilómetros de distancia en el sur está Lyon. El que viene en el verano se sumerge en un colorido mundo de flores que brotan en forma maravillosa. El convento de la comunidad, que ya es conocido en todo del mundo, está situado sobre una colina. Sólo una angosta calle conduce hacia arriba. Roger Schutz fundó aquí en los años 1940 una hermandad ecuménica. Su idea de una vida en comunión y paz con Dios, es aceptada todavía hoy, en especial por los jóvenes.

Hoy dirige la hermandad el hermano Alois. Él y los hermanos que trabajan con él en la «Communauté» se ganan su sustento exclusivamente con el producto de sus esfuerzos. Hay un pequeño negocio, en el cual los numerosos visitantes pueden comprar colgantes para cadenas, CDs con conocidos cantos de Taizé, artesanías, partituras y otros objetos similares. Para poder vivir un tiempo en Taizé, el visitante debe abonar un aporte para los gastos: para jóvenes de Alemania, Austria, Bélgica, Luxemburgo, Suiza y Tirol del Sur es de 7,50 a 10,50 euros por día.

Días todos iguales

Elouise experimenta aquí ante todo una cosa, que los días en el convento son casi todos iguales. Comienzan con una oración matinal conjunta, luego viene el desayuno. A las 10 horas hay una lección bíblica conducida por un hermano de la comunidad. A continuación, el texto es debatido en pequeños grupos. «Lo atractivo en esto es que conocés gran cantidad de gente nueva interesante de todo el mundo», dice la visitante de Alemania. La oración del mediodía a las 12 horas, después el almuerzo. Por la tarde uno se encuentra otra vez en grupos de conversación o ayuda en algún trabajo práctico. A las 19 horas se cena. La oración de la noche a las 20.30 horas termina el día.

Pensar, hablar y cantar

Mucha gente joven se encuentra después en el «Oyak». Es un pequeño kiosko en el medio del pueblo. Cantos acompañados por guitarra o simplemente conversar juntos, aquí está el punto de encuentro para gente de muchas naciones. A las 23.30 horas se apaga la luz. Entonces vienen los «guardias nocturnos» y piden a todos que vayan a sus barracas o carpas. Sólo la iglesia de la Reconciliación queda abierta todavía. A casi toda hora se encuentra allí gente entonando en conjunto los cantos de Taizé, que se caracterizan por su calma.

Elouise opina: «Taizé es apacible, bello. Reina una atmósfera especial allí. Encuentras tiempo y espacio para encontrarte a ti mismo, pero también para encontrar a Dios». Simplemente para tener la cabeza clara y liberarte de las preocupaciones cotidianas, este es, en su opinión, el logro de esas meditaciones. «Taizé es un lugar realmente especial, un lugar que no se olvida tan rápido».

noviembre 29, 2016

Autor: Peter Johanning

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