¿Dónde mora realmente Dios y cómo se muestra al ser humano? Es una pregunta antigua, que no solo los niños formulan. Y tiene muchas respuestas. En los Servicios Divinos nuevoapostólicos de agosto se rastrearán algunas de ellos.
Dios está en todas partes: arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda, en el cielo, en la tierra, en la naturaleza y en los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y viento. Este es, precisamente, el tema de las prédicas dominicales de agosto. Cuatro domingos. Cuatro elementos.
Tierra
Así es como la prédica del primer Servicio Divino dominical describe el enfoque en la tierra o, más específicamente, en el polvo de la tierra, con el cual creado el hombre. “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Este texto bíblico indica claramente que los seres humanos tienen una estrecha relación con el espacio en el que viven, la tierra. Están hechos de tierra y vuelven a ser tierra. Y –esto también es una conclusión de esta descripción– son responsables de la tierra.
Por supuesto, este acto de creación también puede relacionarse con el más allá: El alma, la existencia personal, sitúa al ser humano en una relación directa con Dios. Los seres humanos también han sido llamados a llevar una vida espiritual.
Agua
La prédica del segundo domingo pone en escena el elemento agua. Sin agua no hay vida, por lo que el agua también puede utilizarse como imagen de las necesidades salvíficas. La prédica se referirá al Bautismo, en el que el agua es el elemento esencial. Hay que dejar claro que el agua hace alusión a la palabra y los Sacramentos, que son indispensables para la salvación. Resumiendo, Dios nos da el agua de la vida. Depende de nosotros aceptarla y beberla para alcanzar la salvación. Al igual que la mujer en el pozo de Jacob entendió en aquel momento, debemos poner a disposición el elemento agua, así como aceptar la salvación de Dios.
Fuego
El fuego no solo consume, también genera nueva vida. En la Biblia se habla del fuego cuando se trata de mostrar a Dios en su omnipotencia. Este es el punto de partida bíblico de las reflexiones del tercer domingo. La zarza ardiente probablemente sea el ejemplo más conocido.
En el Nuevo Testamento, el fuego simboliza el Espíritu Santo. Juan el Bautista prometió que vendría alguien que bautizaría con fuego. Es Jesucristo quien lo hace hasta el día de hoy. Así, el fuego es un signo de la presencia de Dios, un signo del Espíritu y del juicio que arde hasta hoy.
Aire
“Y tras el fuego un silbo apacible y delicado” (parte de 1 Reyes 19:12). Elías huyó al desierto, donde Dios lo abasteció de alimento para que pudiera seguir su camino. Elías descansó en una cueva y Dios le habló con una voz apacible y delicada. Este encuentro le dio a Elías renovado coraje para terminar su misión. Así, el último domingo de agosto está dedicado al aire que el ser humano necesita para vivir. La comunidad es exhortada a no exponerse solo al bullicio de lo cotidiano, sino a oír la voz de Dios en el silencio. Recordemos que en el silencio de la oración, los creyentes pueden experimentar la presencia de Dios.
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