No hay muchos versículos de la Biblia que hayan llegado a formar parte de una canción pop. ¿Y todo un poema? Eso demuestra el poder de estas palabras, que giran en torno a un tema atemporal: precisamente, el tiempo.
“¡Gira! ¡Gira! ¡Gira!” es el nombre de la canción folk que los “Byrds” convirtieron en un éxito internacional en 1965. Trata de la fugacidad del cambio constante. La canción fue escrita por Pete Seeger en 1959. Tomó prestadas todas menos siete palabras de la letra del libro del Eclesiastés, también conocido como Kohelet.
Un poema que conocen casi todos
“Todo es vanidad” es el tema de esta obra, uno de los escritos sapienciales del Antiguo Testamento. La palabra aparece la friolera de 22 veces en este libro: haevael en hebreo, que significa soplo de viento, aliento fugaz, la nada. Los lectores de la Biblia la conocen desde mucho antes como nombre propio: Abel.
Los ocho primeros versículos del capítulo tercero giran en torno a otra forma específica de fugacidad: la temporalidad. El poema –utilizado por los músicos pop– en este punto es tan famoso que la mayoría de la gente lo reconoce inmediatamente cuando lo oye: Todo tiene su tiempo…
Con pretensión de totalidad
La obra consta de ocho versículos. El primero expone una tesis: que toda acción y experiencia humana tiene su tiempo. Los otros siete versículos lo ilustran y demuestran con numerosos ejemplos. Cada uno de estos siete versículos transmite cuatro aspectos, que se yuxtaponen en dos pares de opuestos: por ejemplo, buscar y perder, así como guardar y desechar.
Esta disposición reivindica por partida triple la totalidad: al igual que el ying y el yang chinos, los pares de opuestos hebreos también representan el todo. El número cuatro abarca todos los puntos cardinales. Y el siete representa el todo, desde los siete días de la historia de la creación hasta las siete iglesias o sellos del Apocalipsis.
Siempre un poco más allá
Si se profundiza en el texto, se pueden descubrir cosas apasionantes. El versículo uno habla del tiempo dos veces, cada una de ellas con un significado distinto: primero la fecha (tiempo) y luego la estación (hora, duración).
Los siete versículos explicativos también cambian el sentido. Repiten lo que ya se ha dicho, pero van un poco más allá. Esto es claramente reconocible en el versículo cuatro: el llorar aumenta audiblemente hasta convertirse en endechar (lamentarse) y el reír crece visiblemente hasta convertirse en bailar.
Preguntas sin respuesta
Sin embargo, algunos versículos traen problemas a los intérpretes. Por ejemplo, en el versículo siete, ¿qué relación hay entre “romper y coser” y “callar y hablar”? ¿Se trata del luto? Pero el versículo cuatro ya lo ha tratado. ¿O se trata de cultivar las relaciones?
El versículo cinco puede volverse complicado. En “esparcir piedras” y “juntar piedras”, los exégetas reconocen desde el trabajo en el campo hasta la guerra. El Midrash, la tradición interpretativa del judaísmo rabínico, ofrece desde hace mucho una respuesta: según ella, “esparcir piedras” es una palabra que encubre las relaciones sexuales. Esto también encajaría mejor con el “herzen” (caricia, abrazo) del mismo versículo.
El ciclo del tiempo
“Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya”. Así termina en la Biblia la sección que comienza con “Todo tiene su tiempo”. Todo pasa y todo vuelve.
Pero no se puede tener todo al mismo tiempo, sino cada cosa a su tiempo. Quien no sigue el tiempo que Dios ha fijado corre el peligro de quedarse fuera del tiempo.
Es decisivo reconocer que todo lo que los seres humanos hacen en la tierra y lo que los seres humanos experimentan en el mundo material es transitorio. Lo eterno solo existe en lo del Eterno. Es hora de ocuparse de ello, siempre.
Foto: K – stock.adobe.com