El que anhela la paz de Dios, primero debe ser santificado. Y él mismo debe contribuir a la santificación de los demás. El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider explica en un Servicio Divino cómo se puede lograr.
Después de su visita al Congo, el director internacional de la Iglesia llegó a la tranquila ciudad de Paide (Estonia). “En la República Democrática del Congo hay más asistentes al Servicio Divino en la iglesia el domingo por la mañana que habitantes en Estonia”, dijo riendo. Pero a no preocuparse: Dios ama y necesita a cada hijo de Dios.
El Servicio Divino en Paide tuvo lugar el 24 de julio. El Apóstol Mayor había traído consigo una palabra de 1 Tesalonicenses 5:23-24: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.
El Dios de la paz
Dios quiere dar su paz a sus hijos, dijo el Apóstol Mayor. Pero, ¿qué es esta paz? “La paz de Dios es un estado de bienestar. Esta paz consiste en que las personas vivan en armonía con Dios y entre sí”, explicó el Apóstol Mayor. El plan de Dios es dar esta paz a todos los seres humanos.
Sin embargo, a primera vista no es tan fácil acercarse a Dios: “Las personas solo pueden tener comunión con Dios si responden exactamente a la voluntad de Dios. Sí, y nadie puede hacerlo” ¡por sí mismo!
Pero con la ayuda de Dios sí se puede hacer, dijo el Apóstol Mayor. Porque Dios nos santifica:
- a través de Jesucristo: “Él se santificó por nosotros. Fue el hombre perfecto que nunca cometió un pecado. Y dio su vida en sacrificio para que quedáramos limpios de nuestros pecados”.
- a través de la fe en Jesucristo: “Quien cree en Jesucristo puede recibir el perdón de los pecados. Y entonces queda limpio”.
- a través del Espíritu Santo: “El Espíritu Santo fue colocado en nosotros. Así fuimos capacitados para convertirnos en una nueva criatura”.
- a través de su palabra: “Y esta nueva criatura se alimenta de la palabra y de la Santa Cena. Por eso Dios quiere santificarnos cada vez más para que seamos dignos de entrar en su reino”.
Herramientas de Dios
Dios quiere ofrecer su paz a toda la humanidad, dijo el Apóstol Mayor. “Y también nos ha llamado para esto y nos ha santificado. Es decir, nos ha apartado y consagrado para que seamos una herramienta en su reino”. No ama a unas personas más que a otras, sino que las necesita como herramientas.
Quien esté de acuerdo con esto puede convertirse en una herramienta de Dios. No hay que ser perfecto para ello. “Lo único que el amado Dios espera de nosotros es el amor perfecto”, dijo el Apóstol Mayor:
- Amor a Dios: “Si amamos a Dios con todo nuestro corazón, entonces tenemos el impulso, la necesidad, queremos estar con Él. Y si este anhelo, este deseo vive en nosotros, queremos estar con Dios, queremos tener comunión con Él, entonces Dios puede santificarnos”.
- Y el amor al prójimo: “Si este amor al prójimo vive en nosotros, entonces tenemos la necesidad, queremos contribuir para que el prójimo también vea a Jesucristo. Y sobre la base de este amor, Dios puede santificarnos para que seamos una herramienta en su mano”.
Por completo significa totalmente
Que Dios santifique “por completo” significa que santifica el alma, el cuerpo y el espíritu. Para que el alma pueda ser santificada, necesita el espíritu y el cuerpo. “El cuerpo necesita venir, necesita escuchar la palabra y recibir la Santa Cena, y el espíritu necesita procesar esa palabra”, explicó el dirigente de la Iglesia. Por eso, también es importante satisfacer las necesidades del cuerpo y del espíritu en armonía con la voluntad de Dios. El espíritu y el cuerpo necesitan suficiente energía para servir a Dios y al prójimo, advirtió el Apóstol Mayor.
Para poder servir a Dios y al prójimo, el estado del cuerpo y del espíritu no es decisivo. “Tanto si eres joven y capaz, como si ya eres viejo y bastante frágil. Si el espíritu es completamente apto, o solo muy limitado. Mientras la relación con Dios sea correcta, Dios puede utilizarnos”.
Ningún reproche de Dios
El Apóstol Mayor quiso profundizar en una palabra del pasaje bíblico: “irreprensible”. A quien Dios santifica, puede hacerlo irreprensible. “Irreprensible es aquel a quien Dios no reprocha”, explicó el Apóstol Mayor. Porque Dios sí puede reprochar a uno
- que no utilice los dones que le ha confiado: “Dios nos ha dado la vida, nos ha dado el tiempo, nos ha dado la energía, etc. Tenemos que usarlos, tenemos que usar los dones que tenemos. Tomarnos energía y tiempo para santificarnos y servir al prójimo”.
- que sirve con el cuerpo, pero tiene una actitud equivocada en el espíritu: Hay personas, que hacen cosas buenas no por amor, sino por interés propio: “No para complacer a Dios, sino para complacer a la gente. No por amor, sino porque querían algo”.
- que, a la inversa, el espíritu acepta la enseñanza de Cristo, pero el cuerpo no la pone en práctica: “Hay personas que son completamente fieles en espíritu y en espíritu aman a Dios y aman al prójimo. Pero el cuerpo no hace nada en absoluto. Muchas palabras, ningún hecho”.
- que no busque la comunión con los creyentes: “El que quiera quedarse solo y no quiera reunirse con los demás, el Señor se lo reprochará: ‘Quise presentarte a mi pueblo, pero no quisiste. Tu relación conmigo no era correcta. No fuiste uno con tu hermano, con tu hermana’”.
Pero el dirigente de la Iglesia tranquilizó a los hermanos de fe: “Nada de esto sucede cuando nos dejamos santificar”.