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Tres gotas con cien años de historia

diciembre 27, 2017

Autor: Andreas Rother

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2017 fue el año del jubileo, pues un siglo antes la Iglesia Nueva Apostólica comenzó a celebrar la Santa Cena oficialmente sin cáliz para el vino. La historia de las hostias en un breve resumen.

En la Primera Guerra Mundial, no por último, comenzó a escasear el vino, del que se bebía un sorbo del cáliz en el festejo de la Santa Cena. Al mismo tiempo, imperaba el miedo de las epidemias. La solución higiénica y ahorrativa fueron las hostias con gotas de vino así como ya se enviaban a los soldados en el campo de batalla. Lo practicó el Apóstol Mayor Hermann Niehaus desde Viernes Santo 1917.

Fuentes de abastecimiento hay muchas. Sin embargo, es difícil poner las tres gotas de vino sobre una cantidad considerable de hostias. Al principio se lo hace a mano, con pipetas, jeringas o sellos de corcho y palillos de madera. Lo facilita un aparato para sellar, llamado «Bickelmannschen Hostientupfer», que se comienza a usar para aplicar las gotas de vino sobre las hostias, construido por un miembro de la Iglesia.

De trabajo manual a una gran producción

El aprovisionamiento fue en dirección a la profesionalización, cuando el maestro panadero Max Pflug, Pastor en la comunidad Herne (Alemania), se especializó en 1925 en la producción de hostias. En 1931 la Iglesia se hizo cargo de su empresa. En la nueva localización de Bielefeld se fundó entonces la fábrica de hostias de propiedad de la Iglesia.

Junto con la Iglesia crece allí la producción: de 9,7 millones a 238 millones de hostias por año. A efectos de poder producir más económicamente para los grandes compradores, surgen en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y en 2012 en Lusaka (Zambia) otras fábricas de hostias también de propiedad de la Iglesia.

Cuestiones formales sobre el pan y el vino

Las particularidades en la forma de la Santa Cena tienen su tradición desde hace un milenio. La Iglesia Católica determinó que fuese pan sin fermentador. La Iglesia Ortodoxa persiste en el pan con levadura natural. Exteriormente el pan se abstrajo de la masa pasando a la oblea, pero quedó redondo.

Mientras que la Iglesia Oriental se siguió ateniendo al vino tinto, en la Iglesia Occidental también puede ser vino blanco. Los metodistas, unidos y reformados entregan jugo de uva. Mientras que en la Iglesia Católica tradicionalmente el que bebe del cáliz es ante todo el sacerdote, en la Iglesia Evangélica se le da el vino a todos.

El valor del Sacramento

En la Santa Cena no sólo hay diversidad en la forma, sino también en el contenido. Para partes de la Iglesia Reformada, como los menonitas, los bautistas, las comunidades pentecostales y muchas Iglesias Libres Evangélicas, el pan y el vino son sólo un símbolo de la presencia de Cristo. En la «presencia real» creen, en cambio, la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Evangélica de impronta luterana, la Iglesia Ortodoxa y también la Iglesia Nueva Apostólica.

Si en el siglo XX temprano la Iglesia Nueva Apostólica veía a la Santa Cena sólo como una «mera confirmación de la Absolución recibida por el pecado perdonado», esa relación cambió por completo 70 años después: la Santa Cena es el punto culminante del Servicio Divino, el perdón de los pecados la condición previa para recibirla dignamente.

En la señal de Jesucristo

No sólo la hostia, sino también el cáliz es combinado: después de décadas de diversidad en lo que respecta al objeto litúrgico, se observó en los años 1950 una tendencia a la uniformidad. Este recipiente combina con pragmatismo las tradiciones: la patena, con su forma de plato, se coloca por encima dentro del cáliz, el cual agregándosele una tapa de metal resulta ser un ciborio. La coronación es la cruz que lleva en su parte superior.

Ahora sólo queda la pregunta por el número de tres de la gotas de vino: originalmente las hostias tenían grabado un crucifijo. Y como la sangre, las gotas estaban ubicadas exactamente allí donde los brazos y las piernas de Jesús tocaban la cruz. En 1990 en algunas partes se procedió a cambiarlas por los símbolos Alfa y Omega. Según Apocalipsis 22:13, representan al Cristo exaltado: «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último».

diciembre 27, 2017

Autor: Andreas Rother

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