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Un tesoro que hace rico

julio 29, 2020

Autor: Peter Johanning

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A fines del año pasado, el Apóstol Mayor visitó las comunidades nuevoapostólicas de Malasia y Birmania. El programa comprendió dos reuniones de portadores de ministerio, un encuentro con los Apóstoles de Asia del Sudeste, dos conciertos y tres Servicios Divinos.

El miércoles 30 de octubre de 2019, el Director de la Iglesia partió hacia Kalaymyo, una de las ciudades provinciales de más rápido crecimiento en Birmania. En el idioma nacional birmano Kalaymyo significa “la ciudad de los niños”. Se encuentra en la frontera con el estado de Chin. Los chin son un grupo étnico separado que habita en el oeste de Birmania. Con un 80 a 90 por ciento, es considerado muy cristiano. Solo en Kalaymyo, se dice, que hay más de 600 comunidades cristianas.

Del tesoro en el campo

El texto bíblico que utilizó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider para su prédica, está en Mateo 13:44-46: “Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”. El mensaje del domingo fue: ¡Reúne riqueza divina y vende tus propios tesoros!

Algunos comentaristas son de la opinión, comenzó diciendo el Apóstol Mayor en su prédica, de que el tesoro mencionado simboliza el alma del hombre. Oculta a nuestros ojos, solo puede ser vista por Jesús, quien dio su vida para salvarla.

“Pero la mayoría de los exégetas creen que el tesoro y la perla representan la salvación en Cristo, la eterna comunión con Dios”. Según esta opinión, algunos de nosotros tuvimos acceso a la salvación sin haberla buscado realmente. Otros, en cambio, tuvieron que buscar mucho tiempo hasta encontrarla. “En ambos casos, no alcanza con solo recibir los Sacramentos para lograr tener acceso a la eterna comunión con Dios. Debemos vender lo que tenemos, lo que significa negarnos a nosotros mismos”, afirmó claramente del Apóstol Mayor.

El hombre

  • debe renunciar al mal y no puede decidir por sí mismo lo que es correcto y lo que no lo es.
  • debe obedecer a la voluntad de Dios sin esquivarla.
  • debe atenerse a sus mandamientos sin intentar relativizar los que no se adaptan a él.

Confiar y renunciar

En cambio, dijo, es importante confiar en Dios, aunque no siempre entendamos su obrar. A menudo esto es difícil de lograr:

  • “No esperamos que Dios recompense nuestros méritos. La salvación es una gracia. No la podemos comprar haciendo sacrificios y ofrendas ni la podemos ganar haciendo buenas obras. Nuestros renunciamientos, nuestros sacrificios y nuestras buenas obras reflejan la importancia que le asignamos a nuestra salvación y expresan nuestro entrañable deseo de alcanzar la comunión con Dios”.
  • “Renunciamos a la idea de que cada culpable debería ser castigado por Dios. No nos sentimos ofendidos si Dios ama a nuestro prójimo igual que a nosotros y le concede la misma gracia que nos regala a nosotros. Perdonamos al otro, así como Dios nos perdona a nosotros. Preferimos dejar de lado nuestro punto de vista, que hacer peligrar la unidad de los hijos de Dios”.

No pobres, sino ricos

Negándonos a nosotros mismos, no nos volvemos pobres, dijo el Apóstol Mayor: “Todo lo contrario. ¡Nos volvemos ricos en Cristo!”. Dios nos ofrece el tesoro más grande, la eterna comunión con Él.

julio 29, 2020

Autor: Peter Johanning

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