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Un viaje que cambia muchas vidas

noviembre 14, 2016

Autor: Elwina Friebus

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Un comienzo poco antes de pasar a descanso. Un Pastor de Alemania conoce en las Filipinas un proyecto humanitario para el cual crea una fundación y luego colabora en la construcción de una aldea. El objetivo: que los niños de la calle tengan un futuro.

Cuando los niños de los barrios marginales de las Filipinas hacen las tareas del hogar, ya está anocheciendo. Pues después de la escuela primero deben colaborar en la casa y ayudar en la plantación. En las pequeñas chozas de bambú no hay electricidad. La lámpara de petróleo produce hollín. Y el humo que echa hace arder los ojos…

Dos hombres, una meta

La electricidad era la ocupación del Pastor Werner Schweikert (hoy en descanso) de la comunidad Eningen unter Achalm en Alemania del Sur. Junto con un socio tenía un emprendimiento que montaba y alquilaba sistemas de paneles fotovoltaicos. El padre de tres hijos y abuelo de siete nietos tenía el deseo de ayudar a niños pobres.

Un hombre con tanto conocimiento técnico y con semejante disposición para ayudar… Martin Riester lo podría aprovechar muy bien. Este había renunciado a su empleo en 1998 y se encontraba viajando por el mundo. El viaje debía durar siete meses. Y Martin Riesen quedó «enganchado» en las Filipinas. «Viví tres meses en un barrio marginal. Para comprarme un boleto para seguir viaje hubiese necesitado tanto dinero como para sacar a una familia de ese asentamiento». Se quedó y construyó dos corrales para cerdos, compró un terreno y montó sobre el mismo un jardín tropical. «De regreso en Alemania, comencé en febrero de 1999 a apoyar a niños en su formación escolar. Esto se convirtió en 2001 en el proyecto caritativo «Mariphil».

De barrio marginal a aldea para niños

Un amigo y socio reunió a Werner Schweikert y Martin Riester en 2006. Fue simpatía desde el comienzo. Y no debía quedar en una primera generosa donación. El mismo año, Werner Schweikert y su esposa Helga adoptaron a una niña de ocho años. En 2007 le siguió la creación de la fundación Mariphil, en la que se ocupa de las finanzas como presidente primero.

El paso decisivo para su compromiso fue en octubre de 2006 su primer viaje a Mindanao, al sur de las Filipinas. «Esto cambió mi vida». Allí el Pastor e.d. Schweikert conoció los barrios marginales: «Yo estaba horrorizado por ver vivir a las personas en esas condiciones». Y a veces sigue viviendo todavía hoy situaciones en las que sólo las fuerzas de su fe le ayudan a seguir.

Pero también experimentó cómo es cuando la ayuda se hace efectiva en el lugar: «Cuando se ven los ojos de los niños. Niños que están felices». Esto se encuentra ante todo en la aldea para niños «Atung Pinuy Anan» (en español: «Nuestro hogar»), construida en 2011. Hoy son cuidados allí casi 70 anteriores niños de la calle que en la institución pueden transformar su pasado y forjar su futuro.

Ayuda sin reservas

El camino hacia esa aldea para niños fue un trabajo duro, sabe Martin Riester. Como fundador de Mariphil está a cargo de las donaciones y controla los proyectos. Para eso se necesita una cabeza fría: «En catástrofes naturales, accidentes u otros hechos decisivos hay que mantener la calma y no perder la visión general, e igual hay que tomar decisiones en lo posible efectivas. Amo la naturaleza, me gusta caminar por horas a través del bosque y muchas veces encontré las mejores ideas y soluciones haciéndolo».

«Ya hace muchos años que trabajamos con toda confianza junto con la Iglesia Nueva Apostólica», informa Martin Riester. La primera campaña grande de donaciones para la aldea para niños fue un concierto a beneficio. Cuando a fines de 2012 un tifón se abatió a 50 kilómetros de la aldea, ayudó la Obra Misionera de la Iglesia Nueva Apostólica Alemania del Sur. Y en la construcción de una dependencia de protección contra tifones para la aldea para niños, el apoyo llegó de NAC SEA Relief, la obra caritativa de la Iglesia Nueva Apostólica Asia del Sudeste.

«La Iglesia Nueva Apostólica practica el amor hacia los seres humanos igual que nosotros, sin ningún tipo de restricciones», dice Martin Riester, quien no pertenece a ninguna Iglesia. «Esta ayuda sin reservas, que no pregunta por religión, color de piel o sexo, me muestra el amor a los seres humanos y con ello, el amor a Dios».

noviembre 14, 2016

Autor: Elwina Friebus

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