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Una fe que vive en una diversidad cultural

junio 16, 2018

Autor: Peter Johanning

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Recetas mágicas no existen. Para eso, los desafíos y las culturas que se dan en la Iglesia mundial son demasiado diferentes. La segunda parte de la entrevista al Apóstol Mayor ofrece una iniciativa de solución: concentrarse en lo esencial. ¿Y qué sería esto?

Educación cristiana para niños y adultos jóvenes, usted lo mencionó como uno de los objetivos estratégicos. ¿Qué hace la Iglesia para lograrlo?

Somos una Iglesia internacional y en todas partes del mundo hay comunidades nuevoapostólicas. Quisiera que nos centremos en el trabajo con los niños y los jóvenes. La generación futura es una meta a la que vale la pena dedicarse. Sobre todo, los jóvenes creyentes deben conocer la Biblia para saber sobre la doctrina nuevoapostólica y deben sentirse aceptados y valorados en sus comunidades locales. En la enseñanza que se les brinda en la Iglesia aprenden la teoría; en las experiencias que viven en el seno de la comunidad, la práctica cotidiana de la fe y esto es lo que los hará felices.

Palabra clave «Iglesia mundial»: ¿Cómo se maneja la Iglesia con este desafío?

Antes, como nuestra Iglesia estaba al comienzo de su evolución mundial, nos enfocábamos más en proteger la unidad de la Iglesia. Alentábamos a los creyentes a seguir un “modelo apostólico” en la música, la vestimenta, los métodos de enseñanza o incluso la organización. Hoy sabemos que este enfoque no fue óptimo e intentamos tener más en cuenta las diferencias culturales. ¡La fe nuevoapostólica se puede vivir en las culturas más diferentes!!

¿Son tan diferentes las circunstancias?

Quisiera citar dos ejemplos. Por un lado, alrededor del 85 por ciento de nuestros miembros nuevoapostólicos reside en las Iglesias regionales africanas. En nuestra opinión, se enfrentan a cinco grandes desafíos:

  • Centenares de congregaciones evangélicas ejercen una gran atracción en las personas. Los sanadores milagrosos tienen mucho éxito.
  • Los grupos islámicos también están creciendo y misionando en su entorno, a veces con métodos extremadamente rigurosos.
  • Especialmente en las áreas urbanas hay un agravamiento enorme de la situación social. La brecha entre pobres y ricos no cesa de crecer. El materialismo es el principal oponente de la fe.
  • Por otro lado, debemos ayudar a proporcionar y promover oportunidades educativas para los jóvenes. África necesita campañas de educación.
  • Y, no por último, es relevante la cuestión de los recursos financieros. Quisiera que como Iglesia podamos mantener y expandir nuestros ofrecimientos.

Tenemos que enfrentar estos desafíos de una manera diferente que, por ejemplo, a la situación en Europa central.


En Europa y América del Norte enfrentamos un retroceso en la asistencia a los Servicios Divinos …

… lo que nos causa gran preocupación. Las razones para esto son múltiples, permítanme sólo nombrar algunas: en las sociedades que nos rodean prima cada vez más el individualismo. Este, por otro lado, se opone al concepto de comunidad, donde todos están en igualdad de condiciones. La voluntad de unirse a la Iglesia y la comunidad también disminuye. Las tareas que demandan responsabilidad y que se realizan voluntariamente y sin compensación, no están de moda. Y muchas otras cosas más.

Pero, ¿cómo pueden incorporarse concretamente estas diferencias en el planeamiento estratégico?

Incluso a riesgo de que mi declaración encuentre desaprobación, lo repito: ¡No hay una receta mágica! Ni los cambios regulares de la liturgia ni la valiente misión puerta a puerta ni las grandes campañas publicitarias pueden invertir la tendencia. Propuestas de este tipo ya han sido suficientemente probadas tanto en nuestra Iglesia como en otras. Aunque algunas de estas medidas pueden lograr buenos resultados localmente y por un tiempo limitado, no pueden detener el retroceso generalizado en el interés por los ofrecimientos de la Iglesia.

Esto suena amenazante. Entonces, ¿qué hay que hacer, en su opinión?

Tenemos que concentrarnos en lo esencial. Se trata de la salvación del alma.

… para lo que quiere ayudar la Iglesia …

Cuando creamos nuestro Catecismo, tuvimos que definir conceptos como «Iglesia de Cristo» y «Obra Redentora» con mayor precisión. Decimos que la Iglesia de Cristo está compuesta por todos los creyentes que por el Bautismo, la fe y la confesión pertenecen al Señor Jesucristo. Por un lado, la vocación de la Iglesia de Cristo es hacer accesible al hombre la salvación y la comunión con Dios y, por el otro, dar lugar a la adoración y la alabanza a Dios.

¿Y la Obra Redentora?

Dentro de esta Iglesia de Cristo, la Obra Redentora es la parte de la Iglesia en la que están activos los Apóstoles. Su misión es reunir a la comunidad nupcial del Señor y prepararla para el inminente retorno de Jesús. Este retorno del Señor es un evento trascendental y la meta final de nuestra fe. Sin embargo, no representa el final del plan divino de redención ni de la Iglesia de Cristo. En el reino de paz, la Iglesia de Cristo continuará con su misión para que todos los hombres puedan alcanzar la salvación a través de la fe en Jesucristo.

¿Qué significa esto para nosotros aquí y ahora?

Sobre esta base, también queremos desarrollar nuestras relaciones con otras Iglesias cristianas. Somos de la opinión de que todos los cristianos deben cumplir su tarea común en solidaridad, es decir, confesar a Cristo y testificar en palabras y obras sobre las virtudes de Dios.


Cuando están definidos los objetivos, se planea la pregunta del «cómo»: ¿Cómo se organiza la Iglesia Nueva Apostólica para los desafíos actuales y los que tiene por delante? En torno a esto gira la tercera y última parte de la entrevista en serie, cuya publicación está prevista el próximo sábado en nac.today.

Foto: Alex Ferguson

junio 16, 2018

Autor: Peter Johanning

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