El reino de Dios comienza pequeño e insignificante, pero termina magnífico e inmenso. Las parábolas gemelas de la semilla de mostaza y la levadura son una fuente de aliento, pero también albergan provocaciones, al menos para los contemporáneos de Jesús.
Mateo, Marcos y Lucas tienen esta parábola en su repertorio. Todo comienza con la que supuestamente es la más pequeña de todas las semillas: kokkos sinapeos, como se llama en griego. Se trata probablemente de la mostaza negra (de su nombre en botánica brassica nigra).
Hay que reconocer que es realmente pequeña: 750 semillitas juntas pesan un solo gramo. Pero hay semillas aún más pequeñas. Sin embargo, los eruditos discuten sobre cuáles de ellas eran conocidas por los judíos de la época.
Y, sin embargo, los oyentes comprendieron inmediatamente lo que Jesús quería decirles. Porque “grano de mostaza” se consideraba la unidad de medida proverbial para ilustrar lo más diminuto. Las reglas de pureza estipulaban que debían tenerse en cuenta incluso las impurezas “del tamaño de un grano de mostaza”.
Menos y más que un árbol
Al final, la semilla crece hasta hacerse “árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”. De acuerdo, la plantita no se quedaba pequeña: normalmente alcanzaba de dos a tres metros, a veces incluso más.
Pero llamarlo “árbol” es un poco exagerado. Porque el arbusto de mostaza crece y muere en el curso de un año. Parece poco probable que las aves aniden en él. Como mucho, el arbusto puede servir para dar sombra o que los pájaros descansen en sus ramas.
Y, sin embargo, aquellos oyentes comprendieron exactamente a qué se refería Jesús: a las imágenes de los libros de los profetas del tiempo final, Daniel y Ezequiel. Aquí, el árbol con sus frutos y nidos simboliza reinos poderosos cuyos gobernantes protegen y mantienen a una multitud de pueblos.
Arbustos en lugar de maderas nobles
La cuestión es que Daniel y Ezequiel tienen en mente el “magnífico cedro”. Su tronco es tan grueso como la altura promedio de un arbusto de mostaza. Y con sus 40 metros de altura, este árbol de madera noble es realmente excepcional.
Entonces, ¿por qué referir a un pequeño arbusto como este? También hay un mensaje allí y es que el reino de Dios vendrá, pero de una forma completamente distinta a la esperada.
Lo bueno con lo malo
Probablemente los oyentes se habrán confundido aún más con la parábola de la levadura que sigue inmediatamente en Mateo y Lucas. Una mujer toma un poco de levadura, es decir, evidentemente en la cantidad doméstica habitual, y esta fermenta tres “medidas” de harina. Eso podía corresponder a un volumen de casi 40 litros o bien a un peso de 25 kilogramos. El pan cocido con esto alimentaría a unas 100 personas. Así de poderoso puede “fermentarlo” todo el reino de Dios.
Lo que atrapa a los oyentes aquí: la levadura es sinónimo –también en otras partes del Nuevo Testamento– de impuro, dañino y alejado de Dios. Pablo contrasta así la masa “con levadura de malicia y de maldad” con la masa “sin levadura de sinceridad y de verdad”. El mensaje de Jesús es tan poderoso que convierte lo negativo en positivo: el reino de Dios vendrá y dará vuelta todo.
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