Oficialmente, el edificio de la Iglesia Nueva Apostólica de Eppendorf es uno de los más notables de Hamburgo (Alemania). Y este edificio cuenta historias: por ejemplo, la del flamante órgano, la del altar itinerante o la del trocito de iglesia para la cartera y el bolsillo.
Incluso la gran haya llorona que hay frente a la entrada es un monumento protegido. Los edificios protegidos no son raros en Alemania, y menos en una ciudad tan rica históricamente como Hamburgo. Lo que sí es algo inusual es que el árbol situado delante de la casa también esté bajo esa protección. Cualquiera que vea por sí mismo el terreno y el edificio de la comunidad nuevoapostólica de Eppendorf entenderá por qué.
A través de la escalera de piedra natural se accede al vestíbulo elíptico y luminoso. La mirada se posa en las dos escaleras curvas que se proyectan libremente en el vestíbulo a ambos lados del salón. Si se siguen los escalones, se llega a la galería alta, de forma curva y ligeramente asimétrica. Y luego la mirada puede vagar por la nave.
Vivir, trabajar, celebrar el Servicio Divino
La comunidad fue fundada en esa parte de la ciudad a fines de 1922. Tras la Segunda Guerra Mundial, el salón alquilado para la comunidad hacia 1932 era demasiado estrecho. Los participantes del Servicio Divino estaban de pie en el pasillo y los niños a veces se sentaban en los escalones del altar o en el reloj de gas revestido de madera que había detrás del altar.
En el número 20 de la calle Abendrothsweg había un edificio de viviendas, en cuya planta baja funcionaba la administración de la Iglesia. En ese lugar debía construirse el edificio propio de la iglesia y se lo proyectaba con el formato de una iglesia central. Ese era el plan del entonces Apóstol de Distrito Karl Weinmann. Encargó la construcción al arquitecto Theodor Hirte. Los trabajos de construcción comenzaron en 1955, y el 28 de julio de 1956 1.150 personas asistieron al Servicio Divino de inauguración.
El altar itinerante
Hoy en día, hay muchas pequeñas historias en esos muros históricos. Por ejemplo, la del altar itinerante: al principio, estaba ubicado en el lado derecho del podio. Pero la disposición asimétrica se consideró molesta. Así que, en los años sesenta, el altar se trasladó a la parte central. Pero ese nuevo altar en bloque tuvo que elevarse para que fuera visible desde todos los asientos. Así lo relata el antiguo ayudante del dirigente de comunidad, Andreas Herforth, que lleva 65 años en la comunidad.
En 2001 se quiso restablecer el orden original de la nave, por lo que el altar volvió a ser desplazado a la derecha. La división en dos partes también fue algo nuevo. La llamada “mesa del Señor”, reservada para los recipientes de la Santa Cena, es de mármol oscuro. Esta parte representa el sacrificio de Jesús. La columna que atraviesa la mesa y termina en un atril es de madera. Es el lugar del anuncio y representa la palabra viva de Dios.
Una ventana al cielo para la vida cotidiana
En la pared que hay detrás del altar hay un gran vidrio ornamental redondo que simboliza el sol. “Ventana al cielo” es como la llaman cariñosamente los hermanos y hermanas en la fe. La ventana al cielo es tan popular que algunos hermanos y hermanas mandaron hacer llaveros con ella y los distribuyeron en la comunidad. Quienes lo deseen también pueden comprar remeras o musculosas con el sol estampado. Así, los miembros de la comunidad pueden llevar siempre consigo un trocito de la iglesia.
Cuando el fuego produce algo nuevo
Y luego está el tema del órgano de tubos, que Eppendorf debe a un incendio. Se realizaba un gran Servicio Divino festivo en septiembre de 1998, cuando un sobrecalentamiento del radiador del techo impidió su funcionamiento momentáneamente. “Hubo un cortocircuito en el techo. Entonces empezó a crujir el piso de arriba. Y enseguida se vieron las primeras llamas”, relata Andreas Herforth. Al cabo de cinco minutos, toda la iglesia estaba llena de humo.
Hubo que interrumpir las instituciones ministeriales que se estaban celebrando. “Con relativa rapidez, llegaron los bomberos”. No sin antes detenerse por equivocación en el edificio de otra iglesia. El fuego fue extinguido, pero el órgano no pudo salvarse. Sin embargo, la alegría fue grande, porque el entonces Apóstol de Distrito Wilhelm Leber encargó un órgano a la casa Hüfken. Hoy en día, el instrumento es conocido más allá de los muros de la iglesia gracias a los conciertos públicos.
Este año la iglesia ha sido sometida, por el momento, a su última renovación. Y los actos ministeriales también van ahora sobre ruedas: en el Servicio Divino de reapertura, a fines de junio, hubo seis ordenaciones.