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Una suscripción para la comunión con Dios

enero 30, 2017

Autor: Peter Johanning

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«Tener comunión con el Señor. ¿Qué se le ocurre sobre este tema?». Una pregunta así en una entrevista en la calle tendría como consecuencia numerosas respuestas: Servicios Divinos, festejos de la Santa Cena, vivencias cotidianas. ¡Precisamente! Los cristianos experimentan a su Señor de múltiples maneras.

Por ejemplo, sirviéndole. Servir conduce al seguimiento, dice Jesús. Para servir a alguien o a una causa, la mejor forma de hacerlo es cuando la persona está convencida: la idea debe ser acorde, el individuo debe estar en orden, todo debe conducir a algo. Entonces uno se dispone a involucrarse en la «causa en común». Entonces uno está dispuesto a dar algo: de su tiempo, de su dinero, de su futuro. Y para que no surja una falsa impresión: al final este servicio habrá valido la pena, aunque al principio no parezca. Porque Jesús también dice que el servidor será honrado por Dios. ¡Qué puede existir más grandioso que esto!

Sobre esta tema tratan los Servicios Divinos nuevoapostólicos de febrero.

¿Qué es servir entonces? ¿Qué significa?

Servir a Jesús significa andar en sus huellas. O sea, en lo que respecta al amor al prójimo no poner límites prematuramente o no renunciar en caso de inculpaciones y persecuciones, sino interceder por Dios en forma incansable, constante e incondicional. Esto, naturalmente, no es tan fácil. Y no lo es, en particular, en los países en los que las sociedades se dividen en varias partes, donde ideológicamente uno forma parte de una minoría o donde el sector principal de la sociedad se ha convertido en un monstruo del acoso.

Seguir a Cristo diariamente y confesar con valor su Evangelio no hallarán aceptación en todas partes y siempre. Pero también el rechazo –y quizá justamente este– forma parte del seguimiento a Cristo. No les debe sorprender a los cristianos que el seguimiento a Cristo muchas veces esté acompañado por incomprensión o incluso burlas. El seguimiento no siempre se encuentra con aceptación. ¡Pero de eso no se trata! El verdadero consuelo siempre está en las palabras: «Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará» (parte de Juan 12:26). La vida de Jesús terminó en la cruz. ¡Su camino no! Este lo llevó más lejos de lo que los ojos pueden ver.

Practicar el amor hacia nuestros pares confesando

La prédica del segundo domingo profundizará el tema de que los seguidores de Jesús son convocados a ser fieles confesores del Evangelio, a pesar de las muchas tentaciones. El Apóstol Pablo es un buen ejemplo de ello: él tenía muchos adversarios, como los tradicionalistas o los que afirmaban hacer milagros y ser sanadores o los muchos que hacían negocios. Todo esto no desalentó a Pablo, todo lo contrario: él es el prototipo de confesar con alegría el Evangelio.

Pan que debemos comer

Y ahora está a la vista lo más grandioso: ¡Jesús tiene comunión con sus seguidores, con los que lo confiesan! La cena con Él, el Señor, pasa a ocupar el punto central. La Santa Cena es la comunión directa con Dios. Como si estuviera hecha para cristianos con convicción: es la cena de confesión. Es la cena de comunión. Es la cena de conmemoración. Es la cena de futuro. El cristiano se confiesa a la muerte en sacrificio, a la resurrección y al retorno de Cristo.

El que tiene una comunión así con el Señor, también la experimenta en lo cotidiano.

enero 30, 2017

Autor: Peter Johanning

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