Si masticamos durante un largo rato, todo alimento tiene un sabor dulce. Así dice la ciencia y también la Biblia. En algunas partes el Evangelio sabe tan dulce como un pan con miel, en otras partes es más bien amargo. Algunas degustaciones con el Apóstol Mayor.
El 24 de septiembre de 2017 el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider celebró junto las comunidades australianas un Servicio Divino en Melbourne (Australia). Para la gran Iglesia regional fue colocado un nuevo Apóstol, quien al mismo tiempo recibió el nombramiento como Ayudante Apóstol de Distrito: Peter Schulte. Las numerosas comunidades conectadas vía satélite escucharon una prédica sobre el texto bíblico de Apocalipsis 10:10: «Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre».
«El librito que debe comer Juan, puede ser entendido como un símbolo de la palabra de Dios», interpretó el Apóstol Mayor el relato. Hay que comerla, es decir ocuparse de ella y ponerla por obra. Básicamente, como alegre mensaje el Evangelio es dulce como la miel. Sin embargo, manifestó el dirigente de la Iglesia, contiene al mismo tiempo limitaciones y obligaciones que pueden ser percibidas como que tienen un sabor amargo. Y, naturalmente, el Apóstol Mayor dio algunos ejemplos de mensajes agridulces:
Dios es amor es un dulce mensaje. «Él nos ama a todos por igual, seamos quienes seamos, vengamos de dónde vengamos, más allá de nuestras debilidades, a pesar de nuestros errores: Él nos ama. Este es el alegre mensaje». Pero después, cuando uno aborda este tema con mayor profundidad, queda claro que Dios realmente ama a todos los seres humanos, no sólo a cada uno individualmente. «Él ama a mi projimo igual que a mí. Hasta si es un gran pecador, lo ama igual que a mí». Para algunos esto puede sonar muy amargo. No todos lo pueden aceptar. Aunque les parece bien que Dios los ame, no están de acuerdo con que Dios ame al prójimo igual que a ellos. «Aceptemos el amor de Dios. Es maravilloso saber que Dios me ama con todas mis debilidades y por eso no tengo problema que ame a los demás de la misma manera».
Dios es gracia también es un dulce mensaje. Jesucristo es el Salvador, el que venció la muerte y el mal. Por este motivo también puede salvar al creyente de la muerte y del mal. Pero esto también significa que Jesucristo es el único que puede hacerlo. No existe otro camino. Y para algunas personas esto es amargo. Para ellos este mensaje es demasiado duro. Creen que encontrarán caminos propios para llegar a la comunión con Dios. «Por supuesto, hay muchos caminos para ser mejores personas. Hay muchos caminos para hacer el bien». Por solamente la fe en el Hijo conduce al Padre, dice el Evangelio.
Dios es libertad , qué dulce mensaje. Dios dejó al hombre la libre voluntad. «Tenemos libertad de decisión. Él no nos obligará a obrar en contra de nuestra voluntad». Por otro lado, Dios quiere que los creyentes se confiesen libremente y por propia decisión a Él. Este es el lado amargo de la decisión. Pero Jesús dijo que confiesa delante de su Padre al que lo confiesa delante de los hombres. «No sintamos vergüenza de decir a viva voz que somos cristianos, que creemos en el Evangelio. Confesémonos a Jesucristo». Esto no siempre es fácil, pero tenemos la promesa de Jesús de que Él entonces se confesará a nosotros.
Dios es gloria , también esto es una maravillosa noticia. Los creyentes pueden ser herederos de su gloria, ¡qué perspectiva! El lado amargo de esto es que deben transitar el camino que Él transitó. Cargar su cruz, soportar tentaciones, resistir a enemigos, luchar contra el mal. «Y para algunos esto es demasiado. Seguir a Cristo hacia el cielo, está bien. ¿Pero para eso negarse a sí mismo, orientar en Jesús sus propios pensamientos, opiniones, planes?». Esto para muchos es demasiado. Por la gloria de Dios vale la pena toda lucha. «Allí olvidaremos todo sufrimiento». Esta gloria no puede ser ganada por méritos propios. «Como somos conscientes de esta gracia, no nos pongamos mal si Dios no nos ahorra todo sufrimiento pese a serle fieles. ¡Nuestra recompensa es la comunión con Cristo!».
Apóstol Mayor Schneider: «A pesar de todas las limitaciones y obligaciones lo válido es: la fe en el Evangelio es la fuente de la salvación».