Creer, reconocer, difundir; misericordia, ayuda y comunión. Estos son los puntos centrales de los Servicios Divinos dominicales de agosto. Ejemplos para degustarlos en dos párrafos cada uno.
Fue una doble violación del tabú: Él, el judío, miembro del pueblo de Dios, habla con alguien del pueblo samaritano, ¡qué impuro! Él, el hombre, un rabino, habla con una mujer extraña, una polígama. ¡qué indecente! El resultado: un verdadero quiebre del Evangelio.
El primer Servicio Divino dominical de agosto explica lo que este hecho de Jesús en el pozo de Jacob significa para el aquí y el ahora: se trata de creer y reconocer, de confesar y convencer. Quienes están llenos del mensaje se ven obligados a difundirlo.
Fijarse y ayudar
En el segundo domingo de agosto, el modelo de la fe es también una mujer, la única a la que se llama explícitamente “discípula” en el Nuevo Testamento: “Dorcas” en griego, “Gazelle” en alemán, “Tabita” en arameo, la lengua cotidiana de la época. Según los Hechos de los Apóstoles, “abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía”.
El tema aquí es la misericordia. Porque los que viven el Evangelio no se limitan a hablar de él, sino que también lo ponen en práctica. Se enfrentan a las realidades de la vida de los necesitados y no las ignoran. Buscan formas de ayudar.
Juntos en vez de solitarios
El camino hacia la comunión con Dios, el Dios de la comunión trinitaria, no es un viaje en solitario. Jesucristo no quiere llevar consigo a un grupo de guerreros solitarios, sino a una comunidad, la comunidad nupcial.
El Servicio Divino del tercer domingo de agosto se centra en la naturaleza de esta comunión. Y lo hace con un clásico apostólico de la Biblia: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42)
Compasión y consuelo
El domingo número cuatro también gira en torno a la comunión y la compasión. En pocas palabras, su mensaje es que los que sufren con otros también son consolados. O más teológicamente: así como los creyentes participan del sufrimiento de Cristo, también tienen parte en el consuelo de Dios.
Sufrir con Cristo puede significar ser atacado o incluso perseguido por causa del Evangelio. O sufrir porque la fe cristiana ya no se toma en serio y se rechazan los parámetros del Evangelio, como la solidaridad con los débiles. Pero eso no es motivo para rendirse o desesperar. Porque Dios tiene todas las cosas bajo control y proporciona fuerza y consuelo. ¿Cómo? El Servicio Divino también trata de esto.
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