Cuando las culturas convergen, ¿deben los africanos volverse más europeos o los europeos más africanos? ¿Deben los conservadores volverse más progresistas? ¿O los progresistas más conservadores? La respuesta está en la Biblia.
Al comienzo de cada asamblea de Apóstoles de Distrito, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider se dirige con una parte espiritual a los Apóstoles de Distrito y a los Ayudantes Apóstol de Distrito. En el otoño boreal de 2023 prosiguió sus reflexiones sobre la unidad y la diversidad de la Iglesia. Las explicaciones se publican ahora en la edición especial de los Pensamientos Guía 1/2024, que está en camino a los portadores de ministerio.
Los movimientos migratorios, antes
Actualmente, los movimientos migratorios son gran tema social y también implican muchos desafíos para la Iglesia, escribe el Apóstol Mayor. Sin embargo, no es un tema nuevo, porque en sus comienzos la Iglesia Nueva Apostólica creció primero por medio de la emigración. “Principalmente gracias a los creyentes de la Europa de habla alemana, la Iglesia pudo afianzarse en América, Australia y algunos países africanos”.
Es cierto que los inmigrantes se aferraron a la cultura religiosa de Alemania y, por ejemplo, celebraron Servicios Divinos en lengua alemana durante mucho tiempo. Sin embargo, la Iglesia se fue adaptando poco a poco a las circunstancias locales, lingüística y culturalmente, “allanando el camino para la integración de creyentes de las más diferentes culturas”.
Los movimientos migratorios, hoy
Desde hace algún tiempo se observa que algunas comunidades experimentan una fuerte migración de creyentes de África. Esto, por una parte, aporta un nuevo dinamismo a las comunidades que se benefician mucho de la fe, la energía y el compromiso de los hermanos africanos. Sin embargo, “los recién llegados tienen su propia cultura nuevoapostólica, que es claramente diferente de la de los lugareños”. Precisamente en una época dominada por la preocupación por el futuro, la gente tiende a aferrarse a sus valores tradicionales. Esto le da seguridad. El Apóstol Mayor hace la pregunta: “¿Cómo podemos reaccionar a este desafío?”.
El desafío de la diversidad
Independientemente de las características culturales, la diversidad y los rasgos distintivos de los creyentes traen consigo una bendición y un desafío. Precisamente en los tiempos actuales, las personas ponen de relieve sus diferencias y esperan que se satisfagan sus expectativas específicas.
“Una parte quiere que la Iglesia se involucre más en la sociedad; otros opinan que esto no forma parte de los deberes de la Iglesia”. O “algunos no quieren que cambie nada en la Iglesia, otros quieren cambiar todo. Unos quieren emociones, otros, reflexión”. Y así lo resume el Apóstol Mayor: “Es imposible complacer a todos”.
La universalidad del Evangelio como respuesta
Los Apóstoles de hoy adoptan la misma actitud descrita en 1 Corintios 1:22-24: “Centramos nuestra prédica en el Evangelio universal, en lo que vale para todos”. Esta universalidad reside en lo que Jesús enseña sobre Dios, sobre nuestra propia existencia, sobre nuestra relación con Dios y con los demás y, en definitiva, sobre la salvación que nos ofrece.
Esta doctrina no sirve para satisfacer todos los deseos e ideas, sino para “dar a los seres humanos lo que deben recibir para su salvación”. No es tarea de los Apóstoles ser mediadores entre las diferentes culturas, sino “anunciar a cada uno que Dios lo ama tal como es y que quiere salvarlo, y demostrarle que tiene su lugar en la Iglesia, que allí es respetado, comprendido y amado”.
¿Quién es el débil?
Pablo mostró cómo el Evangelio único y universal puede ser predicado a todos: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Corintios 9:19-22). El Apóstol Mayor responde de la siguiente manera quién es el débil: “Cada uno de nosotros es débil a los ojos de alguien. En realidad, todos somos débiles ante Dios”.
En este sentido, aborda el tratamiento de la interpretación de los Diez Mandamientos: cómo los interpretan los cristianos depende de su entorno cultural y de su situación personal. Por ejemplo, desde el punto de vista africano, los europeos violan claramente el cuarto mandamiento al llevar a sus padres a una residencia ancianos. En muchas regiones del mundo esto es impensable y constituye un pecado. En cambio, para muchas personas en Occidente es incomprensible por qué en algunos países se da por sentada la corrupción. Desde su punto de vista, esto es una clara violación del séptimo mandamiento.
¿Y qué sucede con el amor?
Es importante darse cuenta de que «la opinión que tengamos de nuestros semejantes no influye en el amor que Dios les tiene”. Sin embargo, la propia opinión puede ser una desventaja para uno mismo. Después de todo, Dios juzga a las personas de acuerdo con cómo se comportan con su prójimo, especialmente con aquellos que son débiles a sus propios ojos.
Jesús también presentó la solución a este problema al explicar “que el mandamiento del amor tiene prioridad sobre todos los preceptos de la ley”. El Apóstol Pablo lo describe en Romanos 13:8-10: “… porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. Pablo sabía que todos los mandamientos están resumidos en esta frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”.
El ensayo completo sobre este tema se puede encontrar en los Pensamientos Guía edición especial 1/2024 y es accesible a todos los portadores de ministerio. Los hermanos y hermanas interesados son bienvenidos a debatir el tema con los siervos locales.
Foto: AI Pic’s stock.adobe.com