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Uno entre 1.400 millones

febrero 14, 2022

Autor: Annette Conrad

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Lukas en realidad quería ir a Hong Kong o Singapur. Pero entonces este joven de 27 años recibió una oferta de trabajo en Shenzhen (China) tras recibirse de ingeniero. Contó a la revista “spirit” cómo es la vida en el país más poblado del mundo.

La ventana de Zoom de mi ordenador se ilumina y me dice: Lukas se ha unido a la reunión. Veo a un joven con auriculares, sentado en un tren. “Estoy de camino a casa desde el trabajo”, me explica. De vez en cuando, el sonido se tambalea un poco, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta que Lukas está a 9.000 kilómetros de distancia. Lukas lleva un año y medio viviendo en Shenzhen, en la República Popular de China.

Superlativo

Shenzhen tiene más de 17 millones de habitantes. La ciudad está situada en el sur de la provincia de Guangdong y limita con Hong Kong al sur. Es la ciudad con el mayor ingreso per cápita de China. Los principales pilares de la economía local son las industrias electrónica y de telecomunicaciones. Las dimensiones de la ciudad no dejan de impresionar a Lukas: “Las casas aquí suelen tener al menos 20 pisos. Yo mismo vivo en el piso 17. Dentro de la ciudad hay varias elevaciones de 500 a 600 metros de altura, y no importa a cuál suba, solo veo frente a mí un mar de casas”. Sin embargo, Shenzhen no es un desierto de rascacielos, dice Lukas: “La ciudad es muy verde, hay muchos parques”.

Entendimiento

En su tiempo libre, Lukas viaja por el país todo lo que puede. Es escaso para los estándares europeos. “Al principio tenía diez días de vacaciones al año, ahora son 17; cuanto más tiempo trabajas en una empresa, tienes derecho a más vacaciones”, explica Lukas. “La mayoría de las empresas del sector de la aviación tuvieron que cerrar su producción a causa del coronavirus. Ese es también nuestro caso, en este momento trabajamos solo el 60%, por desgracia también recibimos solo el 60% de nuestro salario. Pero el tiempo libre extra me ha permitido viajar más”, dice Lukas. Una ventaja absoluta para el trotamundos, porque China tiene paisajes impresionantes e innumerables culturas diferentes que ofrecer, además de megaciudades ultramodernas. En la carretera, tiene que recurrir al traductor de Google para comunicarse, porque Lukas no habla chino con fluidez. Y en el campo, la gente no habla inglés, sino un dialecto diferente en cada provincia.

Convivencia

Lukas puede comunicarse bien en la vida cotidiana. “Mi chino es lo suficientemente bueno como para pedir comida o decirle al taxista adónde ir”, dice. En la ciudad, se maneja bien con el inglés, que también utiliza para comunicarse con sus amigos. ¿Cómo reaccionan los chinos ante los extranjeros? ¿Ha sufrido alguna vez discriminación? “No”, dice Lukas, “en Shenzhen, los extranjeros no son nada del otro mundo, y si metemos la pata o nos equivocamos por no saber qué hacer, los chinos se quedan tranquilos porque piensan para sus adentros: ese es un extranjero, simplemente no sabe hacerlo mejor”.

Preferencias y aspiraciones

Lukas se siente muy cómodo en China: “La gente es muy agradable y pacífica. Nunca te acosan, apenas experimento agresiones en mis interacciones aquí”. También aprecia el hecho de que se pueda comer delicioso en cada esquina y el alto nivel tecnológico; el tráfico es casi exclusivamente eléctrico y la digitalización se está imponiendo en todos los ámbitos de la vida. “Aparte de la llave de mi vivienda, en realidad solo necesito mi teléfono móvil. Con él, puedo identificarme, pagar, ocuparme de todo. Una vez que uno de mis amigos tuvo un accidente, le fueron enviados todos los documentos a su teléfono móvil, pudo introducir allí todo lo relevante y luego se solucionó el asunto”. Cuando llega a Alemania de visita, Lukas se siente como si viajara en el tiempo a un siglo anterior.

Sin embargo, la última vez fue hace más de un año, porque la pandemia de coronavirus hace casi imposible ese viaje. Incluso ahora que los vuelos volvieron a ser posibles, Lukas considera que el riesgo es demasiado alto: “Tendría que hacerme las pruebas al menos tres veces antes de cada vuelo, y si aparecen casos de Covid en una ruta de vuelo, los chinos cancelan los vuelos inmediatamente y puede ser que no pueda volver”. Por ello, Lukas solo pudo reunirse con su familia por videollamada durante mucho tiempo.

Dado que el gobierno chino generalmente ve la vida religiosa con recelo y las regulaciones sobre la práctica religiosa son muy estrictas, hasta ahora no ha sido posible para los cristianos nuevoapostólicos reunirse en comunidades para el Servicio Divino en China. Por eso, Lukas se alegra de que, debido a la pandemia, haya un amplio ofrecimiento de Servicios Divinos y reuniones de juventud por vídeo. “Eso me ayuda mucho, aunque no puede reemplazar la comunión y especialmente la Santa Cena”. Aprendió de nuevo a apreciar su importancia, precisamente porque durante mucho tiempo no pudo disfrutar de ella: “Sin duda, antes daba demasiado por sobreentendida la Santa Cena, porque siempre estaba allí”. Lukas espera que la pandemia termine pronto, para poder volver a ver a su familia y asistir a los Servicios Divinos.

Este artículo apareció primero en la revista “spirit” 06/21.

febrero 14, 2022

Autor: Annette Conrad

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