La vid y los pámpanos: una imagen de la que evidentemente disfrutó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. Y no le resultó difícil servir en el Servicio Divino un vino puro y muy sustancioso.
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto». En este texto bíblico se basó el Servicio Divino del 6 de diciembre de 2015 en Güstrow (Alemania). Más de 14.600 participantes estuvieron presentes o conectados por transmisión de vídeo.
El fruto asegura la vida futura
«A los franceses obviamente les gusta mucho la imagen de la vid y de los pámpanos», dijo el Apóstol Mayor: «una imagen conocida, pero que sigue siendo actual». Cada creyente y cada comunidad deben llevar frutos, explicó: el fruto es la parte de las plantas que contiene la semilla, o sea que sirve para asegurar la vida futura.
«Nuestro futuro de vida es la vida eterna». Para alcanzarla hay que llevar frutos triples:
- «La semilla para la vida eterna es la fe en Jesucristo. Y esta fe se hace visible en nosotros en nuestra confianza en Dios«.
- «El que ama a Jesucristo, tiene la semilla para la vida eterna. El amor se nota en la disposición a la ofrenda y los sacrificios y en el servir«.
- «Una de las semillas de la vida eterna es la perseverancia: aunque tenga diez motivos para detenerme, igual sigo».
No hay crecimiento sin vinculación
«Este fruto que llevamos debe desarrollarse a partir de la vinculación con Jesucristo«, aclaró el Apóstol Mayor: de lo contrario no tendrá «efectos para la vida eterna«. Su ejemplo concreto: el que canta en el coro sólo porque le gusta cantar, lo hace ante todo para sí mismo. Pero el que lo hace para proclamar el amor, la gloria y la omnipotencia de Dios, a este le servirá también para su vida eterna.
«Sin Cristo no podemos dar este fruto». Necesita de la comunión con el Señor: «Esto sólo puede ser posible si le damos cabida en nosotros a la palabra de Dios, esto sólo puede ser posible por los efectos de los Sacramentos. Necesitamos para eso el don del Espíritu Santo, necesitamos para eso la Santa Cena».
La vocación de la comunidad
«El pámpano también es una imagen de la comunidad, también ella debe llevar frutos». También aquí se trata de la semilla para el futuro: ¿Cuál es la vocación de la comunidad? ¿Para qué existe, pues, la Iglesia?», preguntó el Apóstol Mayor y mencionó tres puntos:
- «Cuando la comunidad se reúne, esto sirve para adorar a Dios, confesar su grandeza, su poder, su amor y proclamar su alabanza. Esta es la vocación de la comunidad. Debe haber frutos».
- «Otro fruto es la unidad, el ser uno. La comunidad sólo puede llevar este fruto si se entiende como cuerpo de Cristo. Cada uno está sirviendo a Cristo y sirviendo al prójimo».
- «La oración es una tarea importante de la comunidad. Oramos por la venida del Señor, oramos para que sea preparada la Esposa».
Limpieza antes de la cosecha
El que conoce de vinos sabe que: «el labrador debe cortar ramas para que los pámpanos se vuelvan más grandes y el vino sea mejor». Hoy Dios está preparando su cosecha espiritual sometiendo a los creyentes a una limpieza:
- a través de la palabra: «¿Me examino cuando viene la palabra del altar?»
- a través de su gracia: «Un nuevo comienzo, esta es la finalidad de la gracia. Si no es absolutamente en vano».
- a través de pruebas: «Sufrimiento, dolores, necesidades; esto todavía a nadie lo hizo bienaventurado». Esto recién se convierte en bendición «cuando en la tribulación aceptamos la palabra y la gracia, y trabajamos con ellas».
«El Señor quiere que llevemos más frutos», resumió el Apóstol Mayor Schneider. Para eso Él nos limpia. «Que todos nosotros tengamos en el corazón el deseo: Sí Señor, estoy de acuerdo con todo, quiero llevar más frutos».