Encontrar la conexión correcta con Dios y el prójimo, y tratar con cuidado la creación es el consejo para cómo deben ser las relaciones tomado de un Servicio Divino oficiado por el Apóstol Mayor que principalmente gira en torno a las redes, la motivación y el consuelo.
El domingo 20 de diciembre de 2020, el Apóstol Mayor Schneider predicó en Dortmund (Alemania) sobre Hebreos 4:1: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”. Participaron del Servicio Divino los hermanos en la fe de la parte de habla portuguesa del área de actividad del Apóstol de Distrito Rainer Storck a través de una transmisión por vídeo.
Dios no se rinde
En la epístola a los Hebreos se hace referencia al relato de la creación, dice el Apóstol Mayor en su introducción: “Cuando Dios hubo creado todo, reposó. Ese día de reposo estaba destinado a mostrar: Ahora todo está terminado, todo es perfecto”. Y eso de múltiples maneras: “Los seres humanos tenían comunión con Dios, tenían la relación correcta con Dios”. Y también tenían una comunión intacta entre ellos: “Adán y Eva eran ambos de igual naturaleza y tenían la misma dignidad, el mismo honor, dependían totalmente el uno del otro y se complementaban. Ninguno quería dominar al otro”.
Por último, pero no menos importante, la relación entre el hombre y la creación también era armoniosa: “La tierra proveía a los seres humanos todo lo que necesitaban y ellos le daban forma y administraban la creación, la tierra, en el sentir de Dios”, dijo el Apóstol Mayor. Poco después, la caída en el pecado destruyó esta perfección y tranquilidad.
Un fantástico consuelo
Luego Dios envió a su Hijo y lo volverá a enviar. “Siento esta palabra como un tremendo y fantástico consuelo: ‘…permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo’. El Señor vendrá de nuevo. Cumplirá su promesa. ¡No ha renunciado a los seres humanos!”. Todas las objeciones y condiciones de la vida no lo han cambiado: “Esta promesa todavía existe, para cada uno de nosotros, pero debemos confiar en Dios. Debemos creer que el Señor viene, debemos creer en el Salvador”.
El autor de la epístola a los Hebreos se refería a la situación del pueblo de Israel antes de la ocupación de la tierra de Canaán; ellos se desanimaron. “Y efectivamente, no entraron. Se quedaron atrás porque no tenían confianza en Dios” (cf. Nm. 14:30). Las Sagradas Escrituras advierten que no hay que tomarse la preparación a la ligera. “El Señor Jesús mostró en muchas parábolas quién puede quedarse atrás o quién debe quedarse atrás”, dijo el dirigente de la Iglesia.
Como un estudiante en la escuela
En el transcurso de la prédica, mencionó ejemplos muy conocidos: el siervo que estaba convencido de que su amo tardaría en venir y vivió la vida (Mt. 24:48) o las vírgenes insensatas que no tomaron suficiente aceite y no entraron en el salón de las bodas. Esto último, dijo, es una imagen que todavía se puede ver hoy en día: los creyentes van a los Servicios Divinos “como van a un concierto, cuando tienen tiempo y ganas”. Otros acuden al Servicio Divino “tan pronto como necesitan a Dios. Pero si no lo necesitan, se quedan en casa”. El Apóstol Mayor Schneider apeló: “Deberíamos ir al Servicio Divino como el estudiante va a la escuela: porque queremos prepararnos, porque queremos desarrollarnos”.
Pero no basta con asistir a los Servicios Divinos. Los ejemplos del Señor Jesús lo dejan claro cuando habló de los que habían sido rechazados. “Comer y beber con el Señor no es suficiente. Respetar una tradición no es suficiente. Debe haber un desarrollo interior”. Y el Señor también rechazó a un segundo grupo: los que habían hecho cosas buenas y las invocaban. “¿Por qué? Porque la actitud del corazón no era la correcta. No se trata solo de hacer el bien, de servir al Señor, no: la actitud del corazón también tiene que ser correcta”.
Invertir en el futuro y en las relaciones
¿Y cuál es la actitud correcta? “La actitud de un servidor. Hagamos su voluntad”, dijo el Apóstol Mayor Schneider. “Esa es la relación correcta con Dios: buscar la gracia, confiar, servir”. Y eso, añadió, configura nuestra relación con el prójimo y con las cosas materiales: “La voluntad de Dios es que amemos a nuestro prójimo como Él lo ama. Este amor consiste en desear por encima de todo que nuestro prójimo alcance la salvación como nosotros la alcanzamos. Tengamos una relación correcta con la creación. Tratemos los tesoros de esta tierra en el sentir de Dios y ejerzamos nuestra responsabilidad en este ámbito. Necesitamos los bienes materiales, pero que eso no afecte a nuestra actitud de corazón, a nuestra relación con Dios y con el prójimo”.