El Antiguo y el Nuevo Testamento se diferencian considerablemente: uno la ley, el otro la gracia, uno castigo, el otro amor. ¿Cómo pueden vivir hoy los cristianos según las concepciones del Nuevo Testamento? El Apóstol Mayor realiza un balance.
En el Antiguo Testamento, la ley era el centro de la religiosidad, recalcó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en su Servicio Divino realizado en Winterthur, Suiza el 14 de abril de 2017.
Para la mayoría de los judíos, la ley era el principio rector de su vida: «En tiempos de Jesús la mayor parte de los judíos lo veía así: si vivimos conforme a la ley, Dios nos bendecirá, entonces nos irá bien». Mas después vino Jesús y mostró otra forma de relación con Dios. De pronto, ya no se trató de bienestar ni de reglas externas. «Para tener una vida exitosa, para ser feliz en el matrimonio, para tener una vida equilibrada, no se necesita forzosamente a Dios. ¡Pero para tener comunión con Dios, para alcanzar la vida eterna, se necesita a Jesucristo!». Se trata de mucho más que una vida feliz: «Se trata de la vida eterna», dejó claro el Director de la Iglesia.
La vida eterna no es un mérito ni una recompensa
«A veces me pregunto si los cristianos entendieron todo esto», prosiguió el Apóstol Mayor su prédica. «Nosotros no nos ganamos nada. Lo que hacemos, es una respuesta al amor de Dios. Esta es la regla básica del ser cristiano. Dejemos de lado lo del mérito, lo que la recompensa, al amor de Dios únicamente le podemos responder con amor».
Y entonces la máxima autoridad de la Iglesia había llegado a una pregunta decisiva: ¿Cómo pueden corresponder hoy los cristianos a este amor de Dios?
- Liberándose del fatalismo: «No existe el fatalismo de que tenemos que pecar siempre y ser débiles. Por nosotros mismos no podemos vencer el mal, pero sí con Jesucristo. El que ama a Dios, no puede ser separado de Él por el mal. No se trata de ser héroes y que queramos cambiar el mundo, se trata de corresponder al amor de Dios».
- Conservando el valor: «Jesús mostró su solidaridad con los hombres hasta el último paso. Aprendamos algo de esto: cuando nos va mal, cuando nos enfrentamos con la muerte, cuando estamos enfermos, cuando somos tratados con injusticia, cuando algún enemigo nos amenaza y nos hace pasar por un momento difícil, esto no quiere decir que Dios no nos ama, esto no quiere decir que Dios nos ha olvidado: Dios está con nosotros en las aflicciones, en la injusticia, incluso en la muerte. Dios está contigo especialmente en esos momentos, Él está a tu lado, aunque tengas que sufrir o te vaya muy mal».
- Demostrando solidaridad: «Ocupémonos de que, por nosotros, nadie sea excluido de la salvación. No tenemos derecho de cerrar a uno u otro el camino a la salvación, porque él no nos gusta o porque nos parece una mala persona. Si acepta el camino a la salvación o no, es asunto suyo. Pero el Señor murió por él y quiere ofrecerle también a él la salvación. Nuestra tarea consiste que hacerle accesible esta salvación. Vivimos en el tiempo del Nuevo Testamento. Toda persona puede alcanzar la salvación. No se trata de mérito, se trata de gracia».