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Volar más alto que cualquier Ícaro

12 04 2025

Autor: Andreas Rother

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Ahora lo aclaman, pronto se burlarán de él. Esta historia es más antigua que el acontecimiento, y aún hoy se cuenta miles de veces. Pero hay una diferencia que cambia al mundo: una visión ligeramente distinta del Domingo de Ramos.

“La nueva estrella en el cielo de [cualquier cosa]”. O: “La profunda caída de [cualquier nombre]”. Títulos como estos se pueden encontrar cuando se navega por YouTube, se hace zapping por la televisión o se hojea el periódico del día. Y si uno es completamente sincero, descubrirá por sí mismo la adrenalina de volar alto o el placer algo sombrío de caer.

Los antiguos griegos ya conocían estos efectos hace unos 3.000 años. La leyenda de Ícaro así lo atestigua: su padre construyó unas alas con plumas y cera. Advirtió a su hijo que no volara demasiado alto. Pero Ícaro despegó completamente y se acercó demasiado al sol. La cera se derritió, las alas se desintegraron, Ícaro cayó al mar y murió.

El mito como máquina de dinero

Hoy en día, la historia es un modelo para los negocios. Es el modelo utilizado por los medios sensacionalistas para relatar el ascenso y la caída de los famosos: Britney Spears, por ejemplo, celebrada como estrella del pop y catalogada con malicia como un manojo de nervios. O la actriz Lindsay Lohan, ejemplo paradigmático de una ídola juvenil fracasada. Y, por último, el primer ministro británico Boris Johnson, al principio un faro de esperanza, al final un hazmerreír.

Es más fácil hacer estas historias que acompañarlas. La industria, en su cinismo, lo admite. El jefe del grupo mediático alemán Springer dijo una vez sobre su periódico de escándalos: “Si subes en el ascensor con el diario ‘Bild’, también bajas en el ascensor con él”. El pasajero era entonces el primer hombre del Estado alemán, un presidente federal al que primero se lo levantó y luego se lo destruyó.

El placer del declive

Y nosotros, lectores, oyentes y telespectadores, entramos en el juego. ¿Por qué? Los psicólogos tienen respuestas.

El público aplaude a las personas que se destacan entre la multitud y se convierten en celebridades. Esto se debe a que su éxito refleja el deseo de escapar de las limitaciones y la banalidad de la vida cotidiana. Esos modelos dan esperanza: “Uno de nosotros lo ha conseguido”.

La caída se celebra de forma igualmente frenética, no por mero sensacionalismo, sino porque la caída satisface una fuerte necesidad: justificar la propia pasividad. Según el lema: “Si hasta los héroes fracasan, entonces no vale la pena esforzarse”.

El rey en la cruz

Es primavera en Jerusalén. La ciudad está llena de peregrinos, se acerca la Pascua. La multitud está alborotada: un tal Jesús de Nazaret entra cabalgando a la ciudad. La gente que ha oído hablar de Él o lo ha conocido extiende sus mantos a lo largo del camino, agita ramas de palma y lo aclama: la bienvenida de un rey.

Días después, las masas blasfeman, la élite se burla, los secuaces se mofan. El hombre es despojado de sus ropas. Los soldados le clavan clavos en las muñecas y los tobillos. Jesús lucha por cada aliento. Las espinas le pinchan el cuero cabelludo. La garganta reseca se contrae bajo el vinagre puro. Un grito. Su sangre ya no fluye. 

¿Ícaro ha caído?

La vista en el futuro

Desde el punto de vista de los fariseos y escribas, sí: ¿de dónde saca ese predicador ambulante de un pueblo de pescadores el descaro de presentarse como el Mesías? Estaba destinado al fracaso. Pero lo que no ven es la mañana de Pascua, el momento de la ascensión y el día del retorno de Cristo.

La resurrección es más que el resurgimiento una sola persona, es el punto de inflexión para toda la humanidad. Los seres humanos fracasan por su arrogancia, como nos dicen los arquetipos Adán y Eva, que querían ser como Dios. Jesús rompió el círculo vicioso.

Cómo lo hizo puede ayudarnos ya hoy: permaneciendo en el suelo cuando se vuela alto, levantando la cabeza cuando se toca fondo y todo ello con la vista hacia adelante, bien adelante: desde el Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo y más allá de la Pascua y el Día de Ascensión. Jesús tenía un objetivo ante sus ojos y siempre lo mantuvo a la vista. Se hizo uno de nosotros para que nosotros pudiéramos hacernos uno con Él.


Foto: senadesign – stock.adobe.com

12 04 2025

Autor: Andreas Rother

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