Ellos tienen la palabra y sin embargo, no se pueden ver. Ellos escuchan y hablan al mismo tiempo y como si fuera poco, piensan en dos diferentes idiomas. ¿Cómo viven los traductores una transmisión de un Servicio Divino, como ahora en la fiesta de Pentecostés 2016?
A pie por Europa Oriental en 20 pasos: todas las puertas de las oficinas están cerradas, pero llegan al pasillo voces amortiguadas, cada pocos metros en otro idioma. Mientras en Fráncfort se realiza el Servicio Divino de Pentecostés, aquí en la Editorial Bischoff en Nueva Isemburgo están trabajando los traductores. Son 21 idiomas los que se agregan por canales a la transmisión de video por toda Europa desde el Centro de Congresos.
No son traductores, sino intérpretes
¿Traductores? No les gusta que les digan así. Ellos son intérpretes. Aunque ambos mediadores lingüísticos trasladan las palabras de un idioma al otro, el traductor trabaja más bien por escrito, puede pensar con tranquilidad, releer y corregir. El intérprete, en cambio, debe decidir en cuestión de segundos, hablar mientras sigue escuchando y lo que dijo, queda como está.
Un trabajo duro es el que realizan este domingo de Pentecostés 30 voluntarios de toda Europa, de Portugal hasta Rusia. Con el auto o el tren, y los que vienen de más lejos con avión, llegan en su mayoría el viernes a la zona del Rin-Meno y ya parten otra vez el domingo.
Vocabulario estándar y casos especiales
Un monitor, un auricular con micrófono, una Biblia: son las herramientas con las que trabajan los intérpretes en las oficinas, en las cuales durante la semana realizan sus tareas habituales los empleados de la Editorial. Naturalmente, conocen su repertorio estándar: por ejemplo que el Apóstol Mayor en alemán es el Apóstol “tronco o tribu”, en inglés el Apóstol “jefe”, en francés el Apóstol “patriarca” y en albano el Apóstol “principal”.
Pero en la práctica, la prédica siempre los enfrenta a problemas, informa Friedrich Krauss. Por ejemplo, cuando un Apóstol predica en inglés sobre la diferencia entre “sacrificio” y “ofrenda”. En alemán, en cambio, hay una sola palabra para ambos conceptos, que significa sacrificio y ofrenda a la vez, dice el intérprete de 50 años de edad que ya colabora en esa tarea desde 1986, casi desde que terminó la escuela.
La recompensa: el agradecimiento de los compatriotas
En la Santa Cena para los difuntos, Natascha Gann se queda sin palabras. Es por la emoción. Nertila Sadikaj está sentada a su lado y toma el micrófono. Madre e hija, de 61 y 39 años de edad, se encargan juntas de la traducción. Natascha Gann fue la primera albana que aceptó la fe nuevoapostólica. Ya se ocupa de las tareas de traducción desde 1991.
Todos trabajan voluntariamente en las transmisiones de Servicios Divinos. También Jacky Mappus: con 63 años el francés es un colaborador experimentado entre los traductores. El profesor de alemán pone desde 1971 su talento lingüístico al servicio de los hermanos y hermanas, y desde 1988 trabaja en la administración de la Iglesia. Pero cuando trabaja como intérprete, la recompensa que recibe es la misma que todos los demás: el agradecimiento de sus compatriotas.
“Como una gran familia”
El placer de ser una alegría para los hermanos y hermanas es una parte de la motivación, confirma Friedrich Krauss. Pero se trata también de la alegría que nos produce el idioma, acentúa Jacky Mappus. Y Nertila Sadikaj completa: “Se trata de conmover a los hermanos así como lo hubiese hecho el Apóstol Mayor si hablase ese idioma”.
Los cuatro intérpretes no están demasiado exhaustos después de las dos horas de Servicio Divino. Después de la tensión continua a la que están sometidos, todavía están demasiado “enchufados”. Y esto durará todavía un rato. Pues los traductores ahora se encuentran para el almuerzo. “Somos como una gran familia”, cuenta Natascha Gann. Uno se conoce desde hace años y décadas, y a veces incluso nos invitamos para los aniversarios de bodas y otros festejos familiares.
Y cuando entonces están sentados todos juntos, vienen a la memoria las anécdotas: por ejemplo de olvidarse la Absolución de los pecados, que el intérprete simplemente agrega. O de la amplia sonrisa del Apóstol Mayor Fehr frente al experimentado traductor: “Oh, por fin alguna vez logré que se acabasen las palabras…”.