Y la Santa Cena se celebra en todas partes
Ellos perdieron todo: sus bienes, su patria y muchos de ellos también a sus seres queridos. En todo el mundo más de 50 millones de personas viven huyendo. Con motivo del Día Mundial de los Refugiados que se festeja el 20 de junio, nac.today echa una mirada a los campos de refugiados de África del Este y conoce a personas que a pesar de todas sus necesidades viven su fe.
Son ciudades enteras –a menudo sólo formadas por carpas o ranchos de chapa ondulada– las que se extienden muchas de ellas hasta 50 kilómetros cuadrados por los llanos de Kenia, Tanzania y Uganda. Unos 1,5 millones de refugiados viven en esas ciudades según datos de las Naciones Unidas. Proceden de países como Etiopía, Djibouti, Eritrea, Ruanda, Somalía, Congo y Sudán. Conflictos armados entre grupos poblacionales, guerras civiles políticas o hambrunas los expulsaron de su patria.
Ni 70 gramos de polenta por día
Kakuma, Katumba, Kyaka, Kyangwali, Nakivale, Nyarugusu o Daadab, el más grande del mundo, así se llaman los campos de refugiados. Aunque haya muchas organizaciones caritativas trabajando allí, la miseria es grande. Así informan hermanos nuevoapostólicos. Por pedido de nac.today, el Apóstol David Mwaniki habló con las personas del lugar. «Hambre» es la palabra que oye con más frecuencia: en algunos lugares hasta cinco personas deben arreglarse todo un mes con una ración de diez kilogramos de polenta, menos de 70 gramos por cabeza por día.
Los campamentos están colmados, faltan en ellos instalaciones sanitarias. Una y otra vez surgen enfermedades. Además está muy difundida la malaria, también la anemia e infecciones de las vías respiratorias. Muchas personas están traumatizadas, padecen de estados de angustia: son heridas que dejaron en ellos las terribles experiencias vividas en su patria: torturas, asesinatos, violaciones. Y con todo esto hay en los campamentos deficiencias en el área de la medicina: insuficientes médicos, insuficientes medicamentos, insuficientes hospitales.
Servicio Divino bajo un árbol
Y sin embargo, en esas circunstancias se vive la fe. 15 comunidades cuenta el Apóstol de Distrito Joseph Opemba Ekhuya en los campamentos de su área de actividad, sólo 6 en el campo de refugiados Nyarugusu al noroeste de Tanzania. En ellos se realizan Servicios Divino regularmente, en algunas partes no sólo los domingos, sino también los miércoles. Y se celebra la Santa Cena, en todas partes.
El equipamiento está muy lejos de aquello que los hermanos ven como mínimo en otras partes. ¿Biblia? A veces falta una apropiada. ¿Himnarios? Los tienen los menos. ¿Altar? En el mejor de los casos, una mesa. ¿Edificio de la iglesia? En Nakivale el Servicio Divino se realiza bajo un árbol, la comunidad a la sombra de la lona de una carpa. En Kyaka consiguieron postes y la administración de la Iglesia les entregó para el techo chapa ondulada. Y en Nyarugusu hay construcciones de ladrillos con techo de pasto.
Asistencia espiritual no sólo para los miembros de la Iglesia
Confesar su fe, eso lo pueden hacer los hermanos en casi todos los campamentos. Únicamente en Daadab –el campamento de refugiados más grande del mundo– no se puede: la mayoría de sus habitantes son musulmanes somalíes, muchos de ellos enemistados con el cristanismo. La comunidad de ese lugar no está en el campamento, sino en una zona de seguridad próxima. Los concurrentes al Oficio son exclusivamente empleados de la administración del campamento y comerciantes.
En los demás campamentos, los Primeros Pastores, Evangelistas de Comunidad, Pastores y Diáconos se pueden mover libremente y también hacer sus visitas de asistencia espiritual en las carpas y ranchos de los miembros de la comunidad. Y en Nyarugusu en algunas oportunidades se les pide que oficien Servicios Divinos para personas que no pertenecen a la Iglesia Nueva Apostólica.
Agradecimiento y alegría en la necesidad
La fe da fuerzas: «Los hermanos y hermanas, dejando de lado el trauma que tienen, están agradecidos a Dios y viven alegría en Cristo», se dice en ese campamento en el noroeste de Tanzania. Y eso lo saben expresar los refugiados en su mayoría congoleños, con sus «grandes y buenos coros».
No obstante, los refugiados –más allá de la esperanza de poder salir de sus necesidades cotidianas– también tienen deseos dirigidos a los hermanos en la fe de todo el mundo: «Hay que brindar ayuda a los huérfanos, a las viudas y los viudos. Se encuentran tantos de ellos aquí», dice el ruego que llega desde Kyaka. Y en representación de tantos otros piden en Kakuma: «Orad entrañablemente por la paz para que los refugiados puedan regresar a casa».
Notificación de copyright, Foto 1: UNHCR/R. Chalasani – Refugees and Returnees in the Great Lakes Region of Africa – CC BY-NC-ND 2.0 / Foto 2: Brendan Bannon/IOM/UNHCR – CC BY-NC-SA 2.0