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… y perdónanos nuestras deudas – sobre el perdón de los pecados

abril 26, 2016

Autor: Peter Johanning

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El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider invitó a todos los Apóstoles de Distrito y Ayudantes Apóstol de Distrito a la asamblea de Apóstoles de Distrito internacional en Zúrich. En reiteradas oportunidades habló con ellos sobre el tema del perdón de los pecados en el Servicio Divino.

¿Qué sucede exactamente en ese momento? ¿No fue vencido ya lo pecaminoso por la muerte de Jesús en la cruz? Aquí cómo lo define la teología.

«En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Hijo del Dios viviente, os son perdonados los pecados». Así se anuncia en cada Servicio Divino de la Iglesia Nueva Apostólica después de la oración conjunta del Padre Nuestro. El respectivo pasaje litúrgico se llama Absolución y ya su nombre identifica de qué se trata: el creyente queda absuelto de su pecado y su culpa individuales frente a Dios. Pero apenas el hombre es absuelto de sus pecados actuales, ya vuelve a pecar a pesar de todos sus esfuerzos. Por eso, el perdón de los pecados en el Servicio Divino tiene una importancia inmensa. No es un Sacramento, pero es sumamente significativo para recibir dignamente la Santa Cena.

Elemento básico de la fe cristiana

La fe en el perdón de los pecados es un elemento central de la fe cristiana. Ya en las Confesiones de fe de la Iglesia antigua, es decir en el Apostolicum y en la Confesión de Nicea-Constantinopla, y en el tercer artículo de la fe de la Confesión de fe nuevoapostólica se lo menciona expresamente. En ellos se expresa que la posibilidad del perdón de los pecados se debe al sacrificio de Cristo. Él dio su vida para que los hombres sean liberados de sus pecados. La liberación del dominio del pecado acontece en el Santo Bautismo con Agua, en el cual es lavado el pecado original. Sin embargo, ni el Bautismo con Agua ni la Absolución en el Servicio Divino liberan de la inclinación humana al pecado, del latín: concupiscencia. El hombre siempre vuelve a pecar.

Condiciones previas para la Absolución

Antecede al perdón de los pecados una profunda examinación a uno mismo: tomar conciencia de los errores, confesar el pecado ante Dios, demostrar arrepentimiento y finalmente, la decisión de emprender el camino de la reconciliación con el prójimo. Por ende, el perdón de los pecados no es un automatismo: sólo es efectivo cuando el pecador está dispuesto a arrepentirse y a perdonar.
Dentro de la Iglesia, los Apóstoles tienen el encargo de anunciar en forma vinculante el perdón de los pecados, pero naturalmente, el que perdona es Dios. Los Apóstoles intervienen como mensajeros: a través de ellos Jesucristo mismo es el que le anuncia al creyente la Absolución. Esta es válida independientemente del criterio y la aprobación de los hombres. El pecador puede recibir el perdón de Dios, incluso cuando los hombres lo siguen acusando.

La debida certeza

¿Y sin Apóstoles? El Catecismo dice: «Dios en su omnipotencia siempre puede perdonar pecados» (Catecismo INA 12.1.8.1). ¡Dios puede perdonar pecados en forma totalmente independiente del ministerio y la Iglesia! Sin embargo, sólo aquellos a los que el apostolado les ha transmitido el perdón de los pecados, pueden tener la certeza de que los pecados les han sido verdaderamente perdonados.

Foto: Malyeuski Dzmitry – Fotolia

abril 26, 2016

Autor: Peter Johanning

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