En foco 12/2023: Un tutorial sobre servir y reinar

Ya hoy recibimos lecciones adicionales del Espíritu Santo sobre el tema “servir y reinar”. Cómo lo hace exactamente, lo explica el Ayudante Apóstol de Distrito John Schnabel de los Estados Unidos en su artículo de En foco.

En el tema de este año, nuestro Apóstol Mayor nos alertó sobre nuestro propósito y cómo se relaciona hoy con nuestra conducta. Ciertamente, no podemos esperar que en el día del Señor recibamos de repente un curso recuperatorio completo sobre cómo servir y dirigir. Lo sentiremos como algo totalmente natural, aunque con las capacidades de la nueva criatura en Cristo que hemos llegado a ser. Sin embargo, incluso hoy, con la ayuda del Espíritu Santo, ya estamos sirviendo y reinando en diferentes aspectos de la vida: sobre nuestra naturaleza, los espíritus contrarios a la voluntad de Dios y las almas que el Señor ha puesto en nuestra vida para amar. Pero, ¿cómo hacerlo eficazmente cada día?

En primer lugar, debemos reconocer la fuente de nuestro poder. Esta fuente nos fue revelada en Pentecostés: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Este poder procede del don del Espíritu Santo, que nos remite a Cristo. El Espíritu habita en nosotros y nos permite vivir de acuerdo con un nuevo conjunto de prioridades que nos llevan a nuevas experiencias, lo que a testimonio de que somos sus hijos (Romanos 8:11-16).

El Apóstol Pablo habla de tales experiencias en 2 Corintios 12. En el sexto versículo nos recuerda que solo la gracia nos permite experimentar a Dios en nuestra vida: nunca podemos atribuirnos nuestro propio éxito. La verdadera prueba de que tenemos el poder del Espíritu es lo que los demás experimentan a nuestro alrededor en nuestra conducta y nuestra forma de hablar. El Evangelio aplicado en nuestra vida debe cambiarnos. Sin embargo, esto no quiere decir que este cambio sea automático o incluso fácil. Pablo explica que le fue dado un “aguijón” en la carne para quedar humilde, dejando claro que todo lo que logró fue por la suficiencia de la gracia de Dios. Así es la vida del cristiano: fortaleza y debilidad obrando juntas. A menudo, los períodos de fortaleza van seguidos de desafíos que debemos superar. Y mientras luchamos, el poder de Dios se hace evidente en nuestra debilidad. Todos tenemos aguijones para que no nos gloriemos de lo que hacemos. Nos permiten ver la gracia de Dios en nuestra vida para que el poder de Cristo pueda reposar sobre nosotros (2 Corintios 12:9).

No basta con reconocer el aguijón; debemos ver el mensaje que va unido a él. Una vez me quise inscribir en un programa de posgrado en una prestigiosa universidad y ¡me rechazaron! ¡Qué aguijón! Podría haber interpretado esta experiencia como un mensaje que decía: “No eres lo suficientemente bueno”, o “es culpa de tus profesores”. Pero el Señor tenía un mensaje diferente: “Este no es el camino para ti. Sé humilde, todo depende de mi plan”. Nuestra debilidad se cobija en el poder del Señor. Ese es nuestro camino de fe, pero exige que reinemos sobre nosotros mismos. El Apóstol lo dijo mejor: “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Y cuando soy fuerte, puedo ayudar a los que son débiles, y mostrarles la fuente de mi fortaleza: Jesucristo.


Foto: NAC USA

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