Gracia solo a través de la humildad

Un pecador encuentra gracia ante Dios, una persona devota y justa no. ¿Significa esto que cumplir los mandamientos carece de importancia? No, hay algo más. El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider lo explica exactamente en este Servicio Divino.

“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola”. Con estas palabras comenzó una lectura fuera de programa el 25 de febrero de 2024 en Hildesheim (Alemania). El texto bíblico para el Servicio Divino se limitó a Lucas 18:13: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador”. Pero el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider leyó en voz alta todo el hecho para recordárselo a todos una vez más.

Una mirada a tiempos de Jesús

La parábola habla de dos personas diferentes. “El fariseo no era un mal hombre”, subrayó el Apóstol Mayor. Los fariseos eran muy devotos y concedían gran importancia a la observancia de los preceptos de la ley. “Incluso era consciente de que esto no era obra de él. Daba gracias a Dios por poder hacerlo”.

En contraste, “los publicanos eran absolutamente menospreciados”, dijo el Apóstol Mayor. “Se los consideraba impuros porque trabajaban para los romanos. Es más, normalmente eran corruptos y engañaban a la gente”.

Y, sin embargo, “el publicano encuentra gracia, el fariseo no”.

“En apariencia, se podría decir: ‘No importa si respeto o cumplo la ley o no. Lo principal es que me arrepienta, que sea humilde, entonces encontraré gracia’”. Pero no era eso lo que Jesús quería decir. No vino para abrogar la ley, sino para cumplirla (cf. Mateo 5:17). “Jesús quería mostrar que la ley no consiste solo en los preceptos, el sacrificio, el comportamiento. La finalidad de la ley es amar al prójimo”. Y, “aunque hagas todo lo que se te prescribe, no puedes alcanzar la salvación, necesitas absolutamente la gracia. Sin la gracia, no puedes ser salvo”.

Un paso hacia el presente

Para los cristianos de hoy, la parábola muestra “cómo debemos comportarnos con Dios y cómo debemos orar a Él”. Ser humilde es la palabra clave. Ser humilde significa:

  • ser conscientes de nuestra dependencia del Creador: “Debemos respetar la ley, debemos trabajar, esforzarnos, comportarnos realmente bien, pero no debemos olvidar que, aunque hagamos todo lo que debemos y podemos, nuestro trabajo, nuestro rendimiento y nuestro comportamiento no nos dan derecho a todo lo que deseamos. Y la prueba de ello es que hay muchas personas que hacen más que yo, que son mejores que yo, y no tienen lo que yo tengo. Todo lo que tenemos se lo debemos a la gracia”.
  • adoptar la actitud correcta ante Dios: No se trata de menospreciarse, sino de: “El Espíritu Santo nos revela la perfección de Dios. Y entonces me miro a mí mismo y me doy cuenta de que no soy para nada perfecto. No puedo entrar así en el reino de Dios, no encajo. Allí todo es perfecto”. Como Jesucristo.
  • creer en la perfección de Dios: “Dios es el más grande. Sabe más, puede más, lo comprende todo, lo conoce todo. Él es amor y su amor es perfecto, por eso confío en Él. Acepto su obrar y su voluntad, sin resistencia, sin objeciones, aunque no entienda en absoluto lo que hace”.
  • ser obediente: “Cada uno tiene su propia idea de cómo agradar a Dios. Cuando miramos la voluntad de Dios, tendemos a escoger lo que nos conviene”. Algunas personas incluso inventan sus propias reglas para agradar a Dios. Pero, “ser obediente significa vivir según el Evangelio de Jesucristo que nos predican los Apóstoles”.
  • estar dispuesto a aprender: “La persona humilde se cuestiona y sabe: debo hacerlo mejor, ahora, hoy y aquí”.
  • amar al prójimo: “Oramos por nuestros semejantes y también aquí debemos orar con humildad, es decir, no mirar a los demás por encima del hombro como el fariseo, juzgarlos, menospreciarlos, sino simplemente aceptarlos tal como son. Y acudir a Dios y decirle: ‘Por favor, ten gracia con él, ten gracia con ella, como tú eres propicio conmigo’”.
  • orar humildemente por el prójimo: “No queremos dictar nada a Dios. Confiamos en Dios y nos apoyamos en su omnipotencia, su sabiduría y su amor. Amados hermanos, no podemos suponer que amamos a nuestro prójimo más de lo que lo ama Dios. Él sabe mejor que yo lo que sirve para su salvación, lo que necesita el prójimo, cuándo y cómo puede alcanzar la salvación”.

Humildes incluso en el más allá

El Apóstol Mayor Schneider también se refirió al Servicio Divino en ayuda para los difuntos, que tuvo lugar la semana siguiente. Los difuntos también reconocen el poder creador de Dios y que dependen de Él. “Y si las almas en el más allá tienen esta actitud humilde hacia Dios y hacen lo que Él les dice, el domingo también pueden volver a alcanzar la salvación y recibir los Sacramentos”.

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Katrin Löwen
27.03.2024
apóstol mayor, servicio Divino