El ministerio (36): La decisión final

La Iglesia Nueva Apostólica buscó respuesta a sus interrogantes en la Biblia. Para ello siguió una hoja de ruta que había formulado con total claridad. Cuáles fueron las respuestas que encontró en la Biblia y qué quedaba por hacer en el destino final: una visión general del proceso de toma de decisiones sobre la ordenación de mujeres.

¿Quién puede ser portador de un ministerio espiritual? Por supuesto, se supone que la Biblia debe proporcionar las respuestas. Pero, en ella se puede encontrar de todo y también exactamente lo contrario. Por eso, una Iglesia no puede basar su doctrina en versículos individuales.

Así que el lema fue: “La Biblia no nos dice qué decisiones tomar, sino cómo tomarlas: respetando la voluntad de Dios”. Y de esto trató el primer punto del cuestionario.

“¿Responde a la voluntad de Dios que no se realice la ordenación de mujeres?”. El resultado del análisis bíblico: no, todo lo contrario. Pues el relato de la creación muestra cuál es la voluntad de Dios: la mujer y el hombre son creados igualmente a imagen de Dios y tienen el mismo valor y el mismo encargo.

Aquí es donde el primer y el segundo relato de la creación difieren en matices. Es cierto que un versículo de la historia primitiva ve al hombre como el señor de la mujer. Sin embargo, esto no es un mandamiento de Dios, sino que describe las consecuencias de la caída en el pecado y, por lo tanto, no representa de ninguna manera la voluntad del Creador.

“¿El hecho de que Jesús solo llamó a hombres al ministerio de Apóstol significa automáticamente que las mujeres no puedan ser ordenadas?”. La respuesta aquí también es “no”. Porque en el contexto bíblico queda claro: a Jesús no le preocupan los roles de género. Llama a los doce hombres en paralelo a los doce padres fundadores de Israel. Al hacerlo, establece la señal de que es Él quien establece el prometido nuevo pueblo de Dios.

Jesús fue un adelantado en su época con respecto al rol de las mujeres. Ellas fueron sus alumnas, discípulas, anunciadoras y mensajeras, así como testigos principales de su resurrección. Y aquí es válida la afirmación: “Jesús nunca expresó –hasta donde está registrado en los Evangelios– que las mujeres no eran aptas para servir como Apóstoles u otros ministros en la Iglesia”.

Quien tome aquí como vara de medir las acciones de Jesús, tampoco puede ordenar a no judíos. Pues Cristo solo llamó a judíos. Y también solo llamó a sus contemporáneos. En consecuencia, ni siquiera Pablo debería ser considerado un Apóstol.

“¿Es imposible la ordenación de mujeres debido a los enunciados de las epístolas de los Apóstoles del Nuevo Testamento?”. Aquí viene un tercer “no”. Es cierto que en 1 Corintios y 1 Timoteo hay mandatos aislados a que las mujeres guarden silencio. Pero estos contradicen el contenido de otros pasajes de 1 Corintios y Romanos. También los contradicen los testimonios de las epístolas de Pablo y los Hechos de los Apóstoles sobre el verdadero rol de la mujer en las comunidades.

Así, el examen llegó a la conclusión de que: “Algunos enunciados negativos de las epístolas del Nuevo Testamento sobre la participación activa de las mujeres en el Servicio Divino y en la comunidad no pueden servir como justificación suficiente para excluir a las mujeres del ministerio. En consecuencia, el apostolado, que tiene la autoridad del magisterio y el encargo de establecer el orden eclesiástico, tiene que tomar una decisión”.

El preludio de la decisión

Esta autoridad magisterial para ordenar la vida en las comunidades tiene base bíblica: según Mateo 18:18, Jesús delegó en los Apóstoles la autoridad de atar y desatar, es decir, de declarar algo vinculante o no vinculante. Y según 1 Corintios 4:1, son los “administradores de los misterios de Dios” quienes abren nuevos conocimientos. Ambos ya eran practicados por los primeros Apóstoles con el llamamiento de los “ayudantes de los pobres” (Diáconos) y el primer gran cambio en la doctrina de que los no judíos también pueden llegar a ser cristianos.

Esto nos lleva a echar un vistazo a nuestro propio pasado. En la mitad de su historia, la Iglesia Nueva Apostólica solo ha ordenado a hombres. Previamente, sin embargo, las mujeres también estuvieron activas como Diaconisas. Esta tradición fue heredada de la Iglesia Católica Apostólica y llevó en parte a las mujeres a recibir el Sacramento en el altar, pero luego desapareció por razones inexplicables.

Lo que está claro es que tanto para el llamamiento de Diaconisas como para la posterior ordenación solo de hombres, faltaba hasta ahora una decisión del apostolado justificada doctrinariamente. En cualquier caso, el trabajo básico aún estaba por hacer. En el próximo episodio de esta serie veremos cómo se hizo.

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Fecha:

Andreas Rother
03.10.2023