En foco 3/2017: La gloria de Dios está presente
¿Quién es Dios? El Apóstol de Distrito Enrique Eduardo Minio (Argentina) tiene una, no, varias respuestas a esta pregunta. Una breve introducción a las múltiples dimensiones de Dios.
La gloria de Dios se manifiesta en su naturaleza. Con el entendimiento humano no logramos percibirla, esto sólo es posible mediante la fe. Dios nos la revela por el Espíritu Santo (1 Corintios 2:10-16).
Podemos detenernos en nuestro Catecismo y resumir las características de la naturaleza de Dios:
Él es Uno: "Yo soy el que soy" (Éxodo 3:14). No tenemos dioses ajenos delante de Él. En esta confesión se basa la fe cristiana.
Él es Santo: La santidad, que alude a lo majestuoso, sagrado y alejado de lo profano, forma parte de la naturaleza de Dios. La santidad de Dios y su voluntad, que se expresa en su palabra, santifican el lugar donde Él se manifiesta.
Él es Todopoderoso: Nada ni nadie puede limitar su voluntad ni su obrar. No hay diferencia entre su voluntad y su obrar (Salmos 135:6). Toda su creación da cuenta de ello. La omnipotencia de Dios incluye la omnisciencia (todo lo sabe) y la omnipresencia (está presente en todas partes). Por su omnipotencia también nos dará la nueva creación.
Él es Eterno: No tiene principio ni fin. Dios es Creador y Señor de los tiempos. Él determina soberanamente el tiempo.
Él es Amante: Nos ama tanto que nos dio el camino a la redención para alcanzar la vida eterna (Juan 3:16).
Él es Misericordioso: Se vuelve hacia el pecador y perdona sus pecados. La misericordia de Dios es un regalo para nosotros.
Él es Justo: Todo lo que Él hace es perfecto. Él no comete errores. Su gracia a través de Jesucristo es parte de su justicia.
Él es Perfecto: No necesita mejorar ni cambiar nada. Su perfección puede verse en que entre su propósito y la realización del mismo no hay diferencia alguna. La verdad en Él forma parte de su perfección.
Reflexionemos: ¿cómo se manifiesta la gloria de Dios en nuestra vida? Dios no está oculto a nosotros. Él nos eligió y nos llamó. Él nos permitió renacer de agua y del Espíritu. Él nos dio una promesa y nos prepara para que se pueda cumplir. Él nos ampara y nos bendice. Él nos habla en cada Servicio Divino. Él se inclina hacia nosotros cuando hablamos con Él en nuestras oraciones. Él desea que alcancemos la imagen de Cristo y la comunión eterna con Él.
Esta es la naturaleza de Dios. Entonces, ¿cómo habríamos de dudar alguna vez en vivir y manifestar la gloria a Dios? Disfrutemos cada día de nuestra vida bajo la bendición de Dios. ¡Que nuestra vida sea un Evangelio abierto para que el prójimo reconozca en nosotros la gloria de Dios!