En foco 1/2024: Orar para superar los miedos y las dudas

El que ora, encuentra la vinculación con Dios ¡incluso dentro de un vientre oscuro! A través de la historia del profeta Jonás, que fue víctima de un gran pez, el Apóstol John Schnabel (EE. UU.) explica lo que significa una buena oración.

En el segundo capítulo de Jonás, el profeta se encuentra en el vientre de un gran pez y se ve impulsado a orar. Es un ejemplo de una conversación muy cruda y desgarradora con el Señor que, en última instancia, tuvo como resultado que el profeta pudo salir de aquel lugar tan oscuro siendo una persona cambiada.

Una oración efectiva suele caracterizarse por una fuerte dosis de realismo. Reconoces y afrontas tus problemas y, tal vez angustiado, clamas al Señor. El Señor nunca se sorprende, porque, después de todo, Él sabe antes de que le pidas (Mateo 6:8). Pero si quieres superar tus miedos y tus dudas, primero debes mover tu corazón hacia Él. Considera la batalla de Jonás: una vez que se encontró en el abismo, derramó su corazón y expresó su confianza en Dios.

Como seres humanos, debemos cuestionar nuestras dudas. La fe avanza cuando descartamos nuestros propios pensamientos y buscamos al Señor. Cuanto más lo buscamos, más fácil nos resulta. Los que oran con frecuencia y con eficacia pueden sumergirse en su relación con el Todopoderoso y encontrar consuelo inmediato, ¡incluso dentro del vientre oscuro de un pez!

Pero también debemos orar en el nombre de Jesús o, en otras palabras, orar de manera semejante a Él. ¿Cómo se puede hacer esto cuando se está presionado por todos lados? Podríamos usar la oración de Jonás como modelo, o tal vez una oración como ésta: “Señor, clamo a ti. Tú ves lo que está sucediendo en mi vida. Alivia mi corazón, libérame de intentar llevar mi carga yo solo. Te busco, por favor, ayúdame. Te alabo por lo que harás, en el nombre de Jesús. Amén”.

Al orar con fervor, descubrirás que no solo estás hablando con Dios, sino también con tu propia alma, en la que ha sido derramado el don del Espíritu Santo. Él te permite ver donde estas parado con Dios: Él está presente, Él te bendice, Él desea pasar la eternidad contigo y Él nunca te abandonará. El Señor te recuerda que consideres los lirios del campo y no te preocupes por el día de mañana (Mateo 6:28 y 34). Esto te permite reprogramarte y así ver las cosas como las hace nuestro Señor. La oración no solo te da la capacidad de expresar tus pensamientos y te conecta con la fuente de fuerza, sino que también te hace pensar junto con el Espíritu, en el sentir de Jesús (Filipenses 2:5).

Debemos despertar este conocimiento y esta seguridad del Espíritu Santo juntos. En nuestra relación con el Señor no podemos esperar que algo suceda o cambie por sí mismo. Debemos adoptar una postura proactiva en nuestra fe y acudir siempre a Él.

Oremos para superar nuestros miedos y nuestras dudas, confiemos en el Todopoderoso y entonces el “pez” podrá liberarnos y podremos cambiar gracias a su gracia.

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