Los jóvenes de hoy en día han nacido en un mundo repleto de opciones, un mundo moldeado por el cambio. Para llegar a ellos se requiere un interés genuino, un compromiso continuo y habilidades pastorales muy afinadas.
Como se ha comentado anteriormente, el papel del predicador incluye ayudar a los miembros de la Iglesia a descubrir el sentido de la vida. Para los jóvenes, preguntas como: ¿Quién soy?, ¿Soy importante?, ¿Por qué estoy aquí?, ¿Puedo marcar la diferencia?, son especialmente apremiantes.
Predicar en un mundo caótico
En medio del caos de la vida moderna, los jóvenes se enfrentan al reto de descubrir quiénes son. Hoy en día existen innumerables opciones para la autoexpresión y la identidad. La cultura predominante suele sugerir que la verdad es relativa, y tanto la “verdad” como la “espiritualidad” se consideran elecciones personales. Con frecuencia la verdad objetiva es cuestionada.
Los jóvenes viven en un mundo dominado por la conectividad digital. La tecnología y las redes sociales dan forma a su comunicación, sus relaciones y su visión del mundo. Los influencers de las redes sociales, e incluso la inteligencia artificial, son fuentes de orientación que a menudo carecen de valores cristianos. Los algoritmos de Internet también pueden atrapar a los jóvenes en cámaras de eco.
La prédica debe extenderse al ámbito digital en forma de puntos destacados –utilizando imágenes, videos y memes– para promover la participación continua, conectar con ellos y fomentar un sentido del yo orientado a Cristo. Esto puede formar parte de la preparación para un Servicio Divino o compartirse después para reforzar el mensaje de una manera con la que puedan identificarse. Sin embargo, es fundamental fomentar el discernimiento y el pensamiento crítico, equipándolos para navegar por el torrente de información que influye en sus decisiones.
Los portadores de ministerio deben ofrecer razones convincentes para que los jóvenes hagan de la fe y la participación en la Iglesia el centro de su vida. Por encima de todo, la prédica debe fomentar una comprensión profunda de su identidad en Cristo como “nueva creación”, animándolos a convertirse en verdaderos discípulos (del griego mathētēs, “aprendiz” o “alumno”) de la naturaleza y el ejemplo de Cristo.
En busca de un propósito y un significado
Con tanta información y tantas opciones, la participación de los jóvenes puede ser superficial, pero sienten una profunda necesidad de encontrar un propósito y un significado. ¿Qué mayor significado hay que ser conocido y amado por el Dios trino, y ser invitado a ser participante de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4)?
A pesar de la conectividad digital, muchos jóvenes experimentan aislamiento y soledad, junto con ansiedad y depresión. La prédica debe fomentar un sentido de pertenencia al cuerpo de Cristo, una comunión intergeneracional con un propósito compartido. Los jóvenes no son la Iglesia del futuro, son la Iglesia del presente.
Su identidad como seguidores de Cristo es primordial. Es en la comunión cristiana donde se puede encontrar el verdadero propósito y significado. La prédica también debe tener como objetivo aumentar su comprensión espiritual y proporcionarles conocimientos prácticos sobre cómo integrar la fe en la vida cotidiana. Al comprender su nueva identidad “en Cristo”, se sienten empoderados y reciben un sentido de misión para convertirse en testigos proféticos del amor de Dios y del Evangelio para el mundo.
Canalizar el idealismo juvenil
Los jóvenes son muy conscientes de los retos globales y, a menudo, les apasiona el activismo. Cuestiones como la justicia social, la igualdad de género, el cambio climático y el desarrollo sostenible suelen llamar su atención. Quieren marcar una diferencia positiva. Este idealismo puede canalizarse hacia áreas como el voluntariado para ayudar a los necesitados, pero también para identificar áreas de la comunidad que se beneficiarían de su valor y las habilidades únicas que pueden aportar. Esto brinda oportunidades para iniciativas guiadas por jóvenes que fomentan la responsabilidad y el liderazgo.
Ganarse la confianza y construir relaciones genuinas
Una característica definitoria de la juventud actual es su profunda desconfianza hacia las instituciones tradicionales, incluida la Iglesia. Sin embargo, anhelan relaciones basadas en la confianza, la autenticidad y la conexión profunda. Valoran la honestidad, la inclusividad y la transparencia. Atrás quedaron los días en que los portadores de ministerio podían hablar a los jóvenes desde una posición de autoridad incuestionable. Los jóvenes prefieren el diálogo y la exploración mutua, incluso en cuestiones de fe. Los portadores de ministerio deben comprometerse activamente con los jóvenes, construyendo relaciones genuinas en lugar de hacer apariciones breves y desconectadas.
La forma más poderosa de captar la atención de los jóvenes y comprometerlos de manera significativa es a través de la empatía y un profundo respeto por sus perspectivas emergentes. Esto requiere un compromiso genuino: escuchar verdaderamente lo que les importa, los desafíos a los que se enfrentan, comprender a quién recurren para obtener información, ayuda o consejo, y ser conscientes de las tendencias y los memes que dan forma a su mundo. Los portadores de ministerio deben reconocer el valor de sus perspectivas y crear un entorno acogedor caracterizado por la confianza y la comprensión, donde se pueda explorar la fe abiertamente y sin juicios.
Por lo tanto, para los portadores de ministerio, preparar una prédica incluye conocer intencionadamente y establecer relaciones significativas con los jóvenes de la comunidad, así como con sus propias familias. Buscar regularmente comentarios y ser adaptable ayuda a que la prédica sea relevante e impactante.
Ser apropiado para la edad y el contexto
Además de abordar temas relevantes como el acoso escolar, la presión de los compañeros, el abuso de sustancias, el sexo, la salud mental y la seguridad en Internet, los portadores de ministerio también deben ser conscientes de que los jóvenes pasan por diferentes etapas de desarrollo. Los adolescentes se enfrentan a cuestiones de pertenencia, integración con sus compañeros e identidad, mientras que los adultos jóvenes buscan intimidad y relaciones significativas, al tiempo que exploran la independencia y las opciones vocacionales. Una prédica eficaz reconoce estas diferencias y adapta sus enfoques como corresponde.
Para ser eficaz, la prédica debe ser concisa, interactiva y visual. Se deben crear oportunidades para que los jóvenes participen activamente en la prédica, por ejemplo, haciendo preguntas que inviten a la reflexión o proporcionando ocasiones para la reflexión en silencio.
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Sobre el autor

El Dr. Markus Cromhout (nacido en 1972) es teólogo de la Iglesia Nueva Apostólica África del Sur y está activo como Evangelista en su comunidad. Estudió en la Facultad de Teología de la Universidad de Pretoria y es doctor en Nuevo Testamento. Además de obras académicas, también escribe libros de divulgación científica. Organiza seminarios sobre el tema de la “homilética” y aporta semanalmente contribuciones de fondo.